Día 9: Especial día de las madres

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—Kanon, creo que no deberíamos hacer esto.

—Tranquilizate, Saga, no va a pasar nada.

—¿Pero qué tal si no le gusta? Nos vas a meter en problemas.

—No estamos haciendo nada malo, no nos puede castigar por esto.

Saga se mordió el labio nervioso, aún no estaba muy convencido. En verdad no estaban haciendo nada malo, incluso existía la posibilidad de que al Maestro la agradará la sorpresa, pero Shion podía ser muy volátil algunas veces y estaba cansado de llevarse regaños por seguir los caprichos de Kanon.

—Te preocupas demasiado, ya verás que le va a encantar el regalo.

—No sé... —miró el puñado de geranios en sus manos. Había escogido especialmente las flores más bonitas sabiendo que eran las favoritas del Maestro, sería una pena no entregárselas.

Antes de que pudiera intentar sacar otro argumento, el sonido de pasos los alertó a la llegada de Shion. Se miraron alarmados y se escondieron detrás del trono del patriarca, procurando guardar silencio para no ser descubiertos.

—¡Saga, Kanon! —llamó Shion. Kanon le hizo un gesto a su hermano para que no respondiera y los dos se quedaron quietos en su escondite.

Shion se adentró en la sala y se dejó caer pesadamente sobre el trono. Se quitó el casco, dejándolo sobre su regazo para frotarse el entrecejo.

—¿Dónde se habrán metido esos dos? —suspiró cansado. Llevaba toda la mañana buscando a los gemelos y no los hallaba en ningún lado. ¡Ni siquiera las doncellas sabían de su paradero! Lo más seguro es que aparecieran para la hora del almuerzo, pero temía que Kanon estuviera tramando algo. No sería la primera vez que el enano arrastrara a su tímido hermano consigo para que lo ayudara en sus travesuras.

Crecían tan rápido. Aún recordaba la primera vez que los sostuvo en sus brazos, tan pequeños y frágiles. Las primeras semanas le había costado mucho acostumbrarse a los vómitos y a los llantos, pero poco a poco le fue agarrando el ritmo y aprendió a manejarlos. De eso hacían ya seis años, los tiernos bebés de aquel entonces se habían convertido en unos demonios hiperactivos que no le dejaban ni un minuto de descanso. Bueno, sólo Kanon se había convertido en un demonio, por suerte Saga seguía siendo igual de tierno, aún que con el hermano que tenía era dudoso que esa gentileza le durara mucho más tiempo.

Cerró los ojos y reclinó la cabeza hacia atrás. Los niños aparecerían eventualmente, siempre lo hacían. Tal vez mientras esperaba podía tomar una pequeña siesta...

—¡Sorpresa! —gritó Kanon directo en su oído.

Shion abrió los ojos de golpe y se encontró con un gemelo flaqueandole de cada lado, ambos ocultando las manos detrás de la espalda. Kanon portaba una sonrisa traviesa, evidentemente orgulloso de haber atrapado desprevenido al Gran Maestro, y Saga lucía ligeramente consternado. Shion le lanzó una mirada de reproche al gemelo menor.

—No me parece divertido, Kanon. Los he estado buscando toda la mañana. ¿Estuvieron escondiéndose aquí todo este tiempo?

—¡Feliz día de las madres! —exclamaron los gemelos al unísono, ignorando por completo las palabras del Maestro. Extendieron sus regalos al mismo tiempo sonriendo, Kanon emocionado y Saga nervioso.

Shion examinó los regalos sorprendido. El de Saga era un pequeño ramo de geranios rosas, su flor favorita. Kanon sostenía un collar hecho a mano con una concha como dije, con el símbolo de Aries tallada en ella. Su cerebro tardó unos segundos más en procesar las palabras de los niños. Cuando por fin proceso su significado, se quedó paralizado. Los gemelos lo observaban expectantes.

30 días de GéminisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora