Acababa de terminar un libro con el que realmente me había identificado, y quise escribir algo parecido. Algo semejante, pero no exacto lo mismo. No sé si me he explicado bien.
El autor de alguna manera había podido plasmar todo lo que sentía en palabras. Hablaba de pensamientos intrusivos y como a su vez te hacían entrar en un espiral de pensamientos de los que a veces no podías escapar.
Pero, aunque me identificaba con esto, sabía que mi espiral de pensamientos no me llevaría a estar loca... o al menos eso esperaba.
Observo el puntero titilar muchas veces en la pantalla, esperando a que comience a escribir. Incapaz de poder dejar de pensar en algo aparte, tomo mi teléfono y lo desbloqueo, sólo para ver si me ha respondido o hay algún indicio de que le ha llegado el mensaje. Pero nada.
Resulta que estamos en catorce de febrero, día de los enamorados. Por alguna razón que desconocía, se me había ocurrido que sería buena idea mandarle un mensaje anónimo al chico que me gusta, por medio de uno de los cupidos de las páginas de internet.
«No debiste haberlo hecho» eso lo sabía «De seguro va a empezar a investigar y va a dar contigo» eso sería extraño, no lo hará. Nada más he mandado ese mensaje porque quería que se alegrara en san Valentín. «Solo lo dices para intentar estar tranquila, pero sabes que no es así. Le va a contar a un amigo y va a investigar. Terminará dando contigo»
Hay que ser sinceros, hay demasiadas personas dispuestas a hacer de cupido el día de los enamorados. Si se ponen a investigar, tardarán una eternidad, y es muy improbable que me relacionen con algo de eso.
Aunque intento tranquilizarme, no puedo, por lo que decido dejar de seguir la página. «No servirá de nada, pueden ver que te han gustado sus publicaciones» y ya está, eso era todo. Estaba muerta. Mejor resignarme.
Cuando vuelvo a concentrarme en la computadora, mi inspiración se ha ido. Como dije, los espirales.
Apago la portátil y me acuesto mirando al techo con el teléfono en mano. Necesitaba tranquilizarme.
Tomo un abrigo y mi bufanda gris favorita y bajo las escaleras. Necesito despejarme y el aire invernal logrará traerme a la realidad.
— ¿A dónde vas, cariño?
Observo a mi madre, que está leyendo un libro sobre biología en la cocina. Últimamente estaba muy inversa en las clases que debía impartir, pero bueno, ser profesora de secundaria en el siglo veintiuno no es algo que deba tomarse a la ligera.
—Voy a caminar un rato.
—Está bien, pero si no vuelves dentro de media hora, cómprate algo caliente.
—Okey.
Cuando salgo, dejo que el aire frío me dé en el rostro como una buena dosis de realidad, pero al instante debo meter mi nariz en la bufanda. Estaba más frío de lo que esperaba.
Camino por un tiempo, pero luego de unos cinco minutos ya no siento los dedos, por lo que me obligo a detenerme en el bar que queda a dos cuadras de mi casa.
Al abrir la puerta, agradezco el aire caliente que calefacciona el sitio. Me quito la bufanda y tomo asiento en una mesa junto a la ventana.
— ¿Puedo tomar tu orden?
Observo a la chica tal vez dos años mayor que yo mientras me habla, sin evitar dirigir mi vista hacia su delantal negro con bordado de flores. Amaba el uniforme del lugar.
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Cuentos Varios
General FictionHistorias de amor, terror, fantasía y otros que te harán leer hasta el final. Aunque no lo creas, siempre hay una esperando por ti ¿Qué esperas? (Cuentos para público ente 14 y 25 años aprox)