༺Prólogo༻

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Su cabello azabache se balanceaba al mismo ritmo que el carro se movía de un lado a otro, la joven miraba la ciudad acercándose lentamente, hacía tanto tiempo que no había regresado, apenas podía recordar las calles en las que jugaba de niña, a la...

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Su cabello azabache se balanceaba al mismo ritmo que el carro se movía de un lado a otro, la joven miraba la ciudad acercándose lentamente, hacía tanto tiempo que no había regresado, apenas podía recordar las calles en las que jugaba de niña, a las personas que vivían cerca de su casa, la cara de su padre. Lo extrañaba tanto que casi le dolía el pecho, pensaba en la reacción de su amado padre al verla de nuevo, sonrió y casi podía sentir sus brazos del hombre cuando lo encontrará de nuevo después de todos esos años.

La voz del anciano que conducía la carreta la llamó suavemente.

—¿Es esta la primera vez que llega a la ciudad del palacio, jovencita?

—Oh no señor, mi padre vive aquí.— respondió ella sonriendo.

—¿De verdad? ¿Quién es tu padre, hija?

—Soy la hija de Tom Dupain.

—Oh, eres la pequeña Marinette...— El hombre finalmente la reconoció. —No sé cómo no me di cuenta, eres idéntica a tu madre. ¿Qué viniste a hacer aquí, hija?

—Mi padre me envió a vivir con un familiar hace unos años, después de la muerte de mi madre. Al principio solo lo molestaba, pero ahora es diferente, puedo ayudarlo en lo que necesite, así que decidí regresar a casa, estoy segura de que será útil.

—Oh niña...— El anciano se rascó la cabeza. —No creo que por eso la haya enviado lejos...

Marinette lo miró en silencio, no podía distinguir esa mirada, y en general era buena en eso, pero no estaba del todo interesada en lo que el viejo carretero estaba pensando o no. Estaba mucho más interesada en lo que diría un viejo vendedor de verduras. Cuando vio el pueblo, apenas pudo contenerse con la ansiedad.

La ciudad era aún más hermosa de lo que podía recordar, con colores vivos y vibrantes, el palacio visto desde el otro lado del río era espectacular dado que las hermosas vidriera reflejaban el agua.

Agradeció al anciano por llevarla allí, y recorrió el resto a pie, desde el camino hacia la vieja casa de su padre con la pequeña plantación alrededor, sonrió cuando vio la pequeña casa al lado del árbol de manzanas. La joven caminaba confiada en su dirección, dio la vuelta a las paredes, recordando correr alrededor de ellas riendo a carcajadas mientras su padre intentaba alcanzarla.

Tom se encontraba allí, bajo el sol abrasador, con la canasta llena de tomates, inclinándose para elegir el mejor. Era mayor de lo que imaginaba, la vida solitaria era dura, su cabello comenzaba a ponerse gris y su piel estaba teñida por el sol.

—Padre...

Llamó, y vio al hombre levantar la cara para mirarla, se quedó un rato inmóvil, no corrió y la abrazó como tantas veces había imaginado. Los tomates se esparcieron por el suelo, ahora se apresuraba hacia ella, pero la expresión de su rostro no fue la que esperaba, no recibió el abrazo que tanto esperaba. En cambio, el hombre la agarró del brazo y la arrastró apresuradamente a la casita, cerrando la puerta detrás de ella, asustando y jadeando.

Permite Sanar Tu Corazón [Adrinette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora