INOCENCIA RARA - JONGKEY

CAPÍTULO II

El príncipe levantó la vista de su libro, mirando sin impresionarse de la rica belleza vestida frente a él. Cuando las puertas de su habitación se cerraron, ella dio un paso adelante y lentamente se arrodilló para inclinarse con respeto. Kibum la miró con indiferencia e inclinó ligeramente la cabeza. La joven se sonrojó bajo su fuerte mirada y finalmente separó sus labios rojos para hablar.

— Majestad, mi nombre es-

— ¿Quién te dio permiso para visitarme a esta hora tardía sin ningún anuncio? —Kibum la interrumpió, con voz fría y despiadada.

— Yo... —comenzó, pero rápidamente inclinó la cabeza avergonzada, con los dientes clavándose en su delgado labio inferior.

Por supuesto, Kibum sabía por qué estaba allí. Esta mujer no era la primera en atreverse a entrar en sus aposentos a altas horas de la noche, vestida como la prostituta más cara y su intención tan sucia como su cuerpo. Ella era sin duda una de las damas de la corte de la reina o varias concubinas del rey. Para el príncipe, aunque nunca importó. Todos eran iguales: codiciosos y sin honor.

— Desnúdate —Él ordenó sin emoción y ella no dudó ni una fracción de segundo, las manos encontraron su camino hacia el arco en su pecho, deshaciéndolo. El príncipe giró ligeramente la cabeza y miró por encima del hombro. Detrás de él estaba el divisor, ocultando la puerta a su propio secreto egoísta: Jonghyun.

Dos noches antes había decidido quedarse con él, una decisión repentina que sorprendió incluso al propio príncipe y desde esa noche no vio al menor ni una sola vez, enviando a Minho al interior para que lo vigilara de vez en cuando. El muchacho parecía estar realmente agotado y se negó a comer las comidas que le ofrecieron. A veces lo había escuchado llorar suavemente, apenas audible, pero para el príncipe, cuya mente se había centrado en esa habitación a su lado, cada pequeño sonido estaba demasiado presente.

El príncipe miró hacia el frente, viendo que la mujer ya estaba medio desnuda y con un suspiro escapándose de sus labios, lentamente se deshizo de su propia ropa y le indicó que se recostara en el futón. Su cuerpo bien curvado se colocó suavemente sobre las sábanas blancas y él se sentó entre sus piernas, con los pantalones todavía, solo mostrando la parte superior del cuerpo. Kibum miró hacia abajo, la mujer extendió sus piernas voluntariamente más amplias y de alguna manera estaba más asqueado que nunca. Nunca había sido aficionado a las mujeres que acudían voluntariamente a él, sin importar cuán bellas fueran, pero esta vez estaba aún menos entusiasmado por tocarla. Ese cuerpo se veía tan mal en sus sábanas. La forma en que agarró la almohada no era fascinante y su voz no lo despertó, un aroma nada tentador. Parecía ya usada y contaminada. No había inocencia en sus ojos.

Con ambas manos sostuvo su peso colocándolas a cada lado de su cabeza y se acercó, susurrándole al oído para acariciarlo, sus manos empujando obedientemente sus pantalones hacia abajo y envolviendo su carne. Kibum cerró los ojos, esperando sentirse al menos un poco satisfecho, pero sus manos no se sintieron bien. Sin embargo, su cuerpo reaccionó y pronto estuvo lo suficientemente duro como para penetrar sin importarle realmente si ella sentía dolor. Ella gimió en voz alta, su voz molesta en los oídos del príncipe y él no pudo evitar mirar a un lado, preguntándose si Jonghyun estaba disgustado por ellos. Él entró y salió, gruñendo y mirándola, pero una vez más no tenía el deseo de tocarla más de lo necesario.

Después de algunas embestidas, el príncipe se detuvo abruptamente, se retiró y se recostó. La mujer lo miró confundida con las cejas fruncidas por la irritación y estaba a punto de preguntar qué pasó, pero el príncipe volvió la cabeza hacia las puertas.

— Sal —Habló con frialdad—. Oficial Choi, sáquela.

Inmediatamente Minho entró en la habitación, la mujer se arrastró rápidamente hacia su ropa para cubrir su cuerpo desnudo. El oficial no dudó y la tiró de su brazo, sin preocuparse de que ella le suplicara que esperara para poder vestirse sola.