3

14 1 0
                                    

Un pobre chico se mecía en un cuarto, pero no era un cuarto normal ni un chico normal... él había sido condenado por 6 homicidios.
Cualquiera que lo conozca diría que es imposible, más aún al oír los llantos desgarradores del muchacho alegando inocencia, pero... uno nunca termina de conocer a las personas, ¿verdad? Sin importar cuanto digas conocer de alguien, siempre habrá algo que te oculten... eso es lo que aliviaba la preocupación de sus amigos y familiares, pensaron que jamás lo conocieron de verdad. Pero nos estamos alejando de lo que en verdad importa en esta historia...
El muchacho se encontraba en un rincón abrazándose a sí mismo para generar calor, pues la cama que allí había no era ni limpia ni cómoda y por ende a nadie cuerdo le apetecería usarla.
Aunque no lo crean el chico está cuerdo, todos esos homicidios por los que lo condenaron no rompieron su mente, sino que ya estaba fracturada y el encierro hizo el resto, ese joven en el suelo no es ni la sombra de quién era antes y él lo sabe, pero no puede hacer nada para cambiarlo, puesto que no le creen...
Su única compañía en esa celda soy yo, razón por la que dicen que perdió la cordura, dado que no me muestro a cualquiera.
¡Oh! Parece que hoy tenemos visitas, que lindo gesto, ya que mañana nos llevan a la cárcel en la que nos quieren tener.
El padre del chico llega hasta la celda en la que nos encontramos y se ve notablemente asustado, pero se relaja al verlo... el chico en cambio no quiere dirigirle la mirada y mucho menos alguna palabra.
- Hijo, dime qué hice mal... - decía el padre- dime en qué me equivoqué para que terminaras aquí...- sus ojos se ponían llorosos, que curioso.
- ¿Hijo?- respondió comenzando a reír el chico, esto se pondrá interesante- no seas ridículo, nunca me consideraste tu hijo, sino no habríamos llegado a esto...- su voz llena de odio me hace sonreír y parece sorprender al padre, el cual nunca llegó a llorar.
- Por eso te pido que me digas qué error cometí... para no volver a hacerlo- continuó el padre ignorando el odio que transmitía su hijo.
- ¿Qué te parece no seguir asesinando?- cada palabra parecía veneno siendo escupido- ¡O mejor aún! Si no puedes parar de hacerlo... ¿Sería tan difícil no llevar a tus hijos contigo? Así mi hermano no será condenado por error y culpa tuya...- su mirada era ahora vacía- por ser tan curioso que toca todo dejando sus huellas, igual que yo... aunque ese fue tu plan conmigo, ¿no?
El padre comenzó a sonreír- ¿De qué hablas? Diciendo todo esto ¿insinuas que lo hice a propósito?- soltó una pequeña carcajada- bueno, mi tiempo terminó, espero que cuando te toque disfrutes la silla hijo.
Ese hombre se fue lento, borrando su sonrisa para disimular ante los guardias, dejando atrás a un chico inocente, gritando y sufriendo por su libertad...
Este mundo es más interesante de lo que pensé.

Micro CuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora