Capítulo 2.

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Jack y yo nos fuimos de aquel local un par de horas después, él estaba muy borracho y yo no dejé de buscar en toda la noche a aquella chica de belleza despampanante que me había dejado prendado.

Esperaba que Caroline no me hubiera esperado despierta, tal y como le dije, porque la avisé de que llegaría tarde. Sabía que, si me esperaba, era para preguntarme sobre la noche, dónde habíamos estado y un sinfín de preguntas más que no tenía ganas de responder. Era un poco controladora en ese sentido. Tal vez era porque sabía de mi historial con las chicas cuando era algo más joven y le preocupaba.

Pero era un tema que me molestaba y muchas veces se lo había aclarado.

Cuando encajé la llave en la cerradura, la puerta se abrió y allí de pie estaba Caroline con su bata y preocupación en su cara. No pude evitar suspirar. Aquí íbamos otra vez.

En aquellos momentos me sentí como una quinceañera que acababa de salir con sus amigas por primera vez en su vida y llegaba tarde, mientras su padre se quedaba despierto esperándola y le decía aquello tan típico de «¿dónde te habías metido, señorita?».

—Logan, me tenías preocupada. Creía que te había pasado algo y-

—Caroline, estoy bien. No exageres, te dije que llegaría tarde y, además, sé cuidarme solito como para que me tengas que controlar. Tengo treinta y cinco años, no cuatro —tal vez soné más cortante y cruel de lo que pretendía, pero tenía que metérselo en la cabeza. Tenía que dejar sus inseguridades sin fundamentos. Porque no era la primera vez.

—Solo quiero ser una buena esposa, Logan.

—Caroline —dije, esta vez un poco más alterado, sin llegar a propasarme—, ¿por qué te cuesta tanto confiar en mí? Nunca te he dado motivos para que lo hagas, es la primera vez que me quedo hasta tan tarde con mis amigos y compañeros de trabajo, estábamos celebrando el maldito ascenso. —Me faltaba el aire en los pulmones para seguir hablando, pero seguí porque no quería que me interrumpiera—. Yo habría confiado en ti sin problemas, sin preguntas incriminatorias implícitas. Creía que el matrimonio iba de eso, de confiar el uno en el otro.

—Sí, Logan, pero-

—No tengo ganas de discutir, ¿podemos dejar esta conversación para mañana, por favor? Solo quiero descansar.

—¿Hoy no hacemos el amor?

Eché mi cabeza hacia atrás, tenía la vista borrosa y no tenía fuerzas para casi andar.

—Caroline, piensa un poco en mí, me duele la cabeza después de que Jack me haya hecho de meterme más de tres whiskeys en el cuerpo y un sinfín de cervezas —en eso fui completamente sincero. Había perdido la cuenta de toda la bebida que había consumido—. Ya sabes que no funciono bien cuando tengo alcohol en el organismo, ¿vamos a dormir?

Empecé a subir las escaleras directo a la habitación, cuando empecé a pensar en todo lo de esta noche: Brynne, Jack diciéndome que deberíamos acercarnos a ella, nosotros borrachos. Brynne y sus ojos preciosos, sus labios.

Para.

¿Qué habría pasado si, en un impulso, me hubiese ofrecido irme con ella? ¿Habría sido capaz de aceptar en un estado de pura inconsciencia y haber hecho algo de lo que me estaría arrepintiendo el resto de mi vida? Aunque me temía que, arrepentido, no es como me sentiría después de haber hecho, Dios sabe qué, con esa chica.

Estaba pensando puras atrocidades. Estaba casado con Caroline. Y la quería, por algo seguíamos juntos.

No sabía en qué momento había llegado a la habitación y estaba medio desnudo. Mis pensamientos me consumían tanto que había actuado por pura monotonía. Lo último que recordé antes de quedarme dormido, fueron esos labios tan pecaminosos y rojos de Brynne. La primera chica en mi vida que fue tan directa rechazándome y no le provocaba ni un ápice mi presencia.

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Hacía casi un mes de aquel encuentro y no había día que pasara que no pensara en ella. No podía. Más de una vez tuve que resistir la tentación de ir a aquel mismo bar cada viernes.

No sabía cómo estaba dejándome llevar hasta ese punto, pero era algo que escapaba de mi control. Estaba empezando a obsesionarme con esa chica y no me iba a traer nada bueno. No sabía qué me había hecho, pero solo esperaba que desapareciera pronto. Inundaba mis pensamientos día y noche y pensaba que me estaba volviendo loco.

Jack era el único con el que podía sincerarme con todo esto y me decía que era normal, que ella me impactó porque me había rechazado, pero que, si caía a mis encantos, se me pasaría. No me parecía ético en absoluto la idea de tener que conquistarla para olvidarme de ella, pero, al mismo tiempo, se me antojaba una dulce tentación en la que tenía que caer.

Caroline estaba últimamente más insegura que de costumbre. Todas las mañanas decía que no pasaba tiempo con ella, exactamente igual que en estos cuatro años que hemos estado juntos; y, cuando llegaba a casa, lo último de lo que tenía ganas era de aguantar su interrogatorio y cosas así. El último comentario que soltó fue que, si había otra, que se lo dijera. La peor parte es que cuando dijo otra, no pude evitar pensar en Brynne.

Mi única respuesta fue que se dejara de tonterías, que solo tenía mucho trabajo y ya.

Otra semana más pasó ya apenas pensaba en Brynne, para mi suerte. Caroline se había relajado y todo parecía ir normal. Yo estaba en la oficina como siempre, cuando recibí una llamada de mi mujer.

—Hola, cariño, ¿cómo va el día? —Fruncí el ceño porque no tenía ni idea para qué me había llamado. Los viernes eran los días en los que ella salía con sus amigas a clases de yoga y después se pasaban el día en el spa. No nos veíamos ni hablábamos hasta que yo llegaba a casa por la noche—. Escúchame, tengo que decirte una cosa.

—¿Ha pasado algo? —Dejé de lado el documento que tenía en las manos y me centré en lo que tenía que escuchar. Me puse en lo peor, como que su madre había muerto. La mujer tenía noventa años y no estaba para muchos trotes.

—No, nada malo, al menos creo que lo que tengo que decirte, no lo es —me empecé a extrañar por esa actitud tan misteriosa, pero decidí esperar a que continuara hablando. Ella soltó una risita—. Verás, mi hermano me ha llamado diciéndome que este año mi sobrina empieza la universidad, y ¿sabes qué es lo mejor?

Ya sabía por dónde iba todo esto y no sabía si me estaba gustando en absoluto. ¿Me quería meter a una mocosa en casa?

—Caroline, yo- —empecé a decir, pero ella me interrumpió. Quería quitarle esa maldita idea de la cabeza.

—Calla un momento y escucha —un silencio breve y siguió—. Lo mejor de todo esto es que ella está estudiando derecho, ¡como lo que hiciste tú! Y le he dicho que por supuesto que sí, que es bienvenida de quedarse —a estas alturas me estaba saltando el tic del ojo. ¿Por qué tomaba decisiones por los dos en nuestra casa?—. Así que mi sobrina se viene a vivir con nosotros. ¿A que es genial?

Caroline me quería meter a una jovencita en casa, que seguro que haría lo que... Espera. ¿Había oído bien? 

—¿Disculpa? ¿Cómo has dicho? Creo que se ha cortado —me hice el tonto para que volviera a repetir la última parte. Tenía un nudo en la garganta y el pecho.

—He dicho que mi sobrina se viene a vivir con nosotros mientras ella esté en la universidad. Por cierto, cariño, mi clase de yoga empieza ya. Esta noche nos vemos. Adiós.

Suspiré, no sabiendo cómo decirle a mi esposa que no quería que su sobrina viviera con nosotros. ¿Por qué sus padres no la enviaban a una residencia como siempre se ha hecho con los estudiantes? Pero ya era demasiado tarde, ella había colgado el teléfono.

Y ni siquiera me había dado tiempo a preguntarle cuándo venía y qué pensaba hacer con ella.

Juego de Seducción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora