𝐈𝐕

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Al día siguiente, los corazones de los habitantes de Quiesna se llenaron de tristeza y culpa al enterarse de aquella desgarradora noticia. Sentían que por su negligencia en el asunto, aquel pequeño pueblo había dejado de existir. Y no podían estar más equivocados, sin embargo, era entendible. El que no conocía la verdad, cualquier mentira creía cierta. Y fue exactamente eso lo que llevó a los ciudadanos de Quiesna a pensar que aquel dragón era el verdadero enemigo de su pueblo.

—¡Se los dije, debieron escucharme, debieron escucharme! —reprochaba el orgulloso rey a su pueblo cada vez que podía.

Los pobladores, movidos por la ira y la venganza, finalmente aceptaron unirse al ejército de Heraldo. Y armados con arcos, flechas, espadas, lanzas y escudos, comenzaron su viaje hacia las montañas de Quiesna para ponerle fin al terrible dragón que acechaba a su reino.

Sobre carros tirados por animales, llevaron consigo a las peligrosas armas de artillería conocidas como escorpiones. Eran armas parecidas a las ballestas pero de mayor tamaño y potencia, cuyos proyectiles podían alcanzar objetivos a más de cien metros de distancia.

Los plebeyos caminaban lentamente por la llanura con paso firme, mientras que detrás suyo, los nobles avanzaban bien campantes sobre sus corceles.

No fue hasta llegar al gran valle de Quiesna, que el temible dragón apareció. Su gran envergadura comenzó a formar una enorme sombra en el suelo a la par que se acercaba al ejército emitiendo un escalofriante sonido que anunciaba su llegada. Su escamosa piel era de color rojo carmesí y medía unos cuarenta metros de longitud. Era una criatura realmente imponente.

En seguida, hombres y mujeres armados con lanzas y escudos, formaron una larga línea en frente del grupo para intentar repeler el ataque del gran dragón que se acercaba a gran velocidad. Al unísono, los arqueros detrás de ellos tensaron sus armas, y aguardaron nerviosos a la orden de su superior para disparar. Estaban realmente asustados.

Heraldo por otro lado, sintió algo de temor al ver al majestuoso dragón acercarse, pero el fuerte deseo que tenía de acabar con la criatura y tomar sus tesoros opacó rápidamente aquel sentimiento.

—¡AHORA! —gritó finalmente el capitán Wilson al ver que el dragón ya se encontraba lo suficientemente cerca.

Prontamente, los arqueros dispararon sus saetas en dirección al dragón, pero estas rebotaron sobre su escamosa y gruesa piel dejándolas ver como inútiles. No cabía duda de lo antigua que era aquella criatura. La piel de los dragones se volvía cada vez más gruesa y resistente con los años.

El temible dragón embistió al grupo con gran ímpetu y destruyó su formación en segundos. Utilizaba sus garras y sus colmillos para atacar a las personas más cercanas, mientras que con su larga cola golpeaba fuertemente a los que intentaban acercársele.

—¡A LOS ESCORPIONES! ¡VAYAN A LOS ESCORPIONES! —gritó el capitán Wilson al ver el gran poder de la criatura.

Heraldo, sin embargo, se aprovechó de la situación y huyó del lugar sigilosamente con varios de sus hombres para intentar encontrar el misterioso tesoro que tanto deseaba. Muchas personas intentaron hacer lo mismo, pero terminaron en las fauces del feroz dragón antes de tener éxito.

Varios hombres se acercaron con diligencia hacia los escorpiones y colocaron los enormes virotes de madera en su posición. Finalmente, tensaron las máquinas y liberaron los proyectiles a gran velocidad hacia el intranquilo dragón que se encontraba frente a ellos, pero solo dos lograron enterrarse en su escamosa piel exitosamente.

El dragón dejó salir un largo quejido de dolor y luego comenzó a dirigirse hacia ellos con furia, pero rápidamente, los hombres volvieron a tensar sus armas y le dispararon antes de que los alcanzara. El enorme animal cayó al suelo cuando uno de los virotes se enterró con fuerza en su cráneo, pero ninguno de los ciudadanos sintió ganas de celebrar por ello.

Algo extraño ocurría con aquel dragón. A pesar de haber tenido multiples oportunidades, nunca escupió fuego como lo hacían los de su especie. Era tan antiguo que ya había perdido la capacidad de hacerlo hacía mucho tiempo.

Y fue entonces cuando finalmente, los ciudadanos de Quiesna comenzaron a dudar y a preguntarse si realmente habían vencido al verdadero enemigo en aquella batalla.

Y fue entonces cuando finalmente, los ciudadanos de Quiesna comenzaron a dudar y a preguntarse si realmente habían vencido al verdadero enemigo en aquella batalla

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El Dragón de Quiesna [✓] Completo [#BSA2020] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora