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Pasado unos cuantos días de la reunión, Heraldo decidió poner en marcha su sanguinario proyecto. Reunió a veinte de sus caballeros más confiables y comenzó su viaje hacia el pueblucho más cercano a las montañas de Quiesna.

Para cuando llegaron al lugar, el cielo ya se había tornado completamente oscuro y toda la gente del pueblo se había dormido. Los hombres de Heraldo encendieron multiples antorchas, y sigilosamente, comenzaron a lanzarlas sobre los techos de las pequeñas casas de madera del pueblo.

—¡FUEGO, FUEGO! —gritó uno de los pueblerinos al presenciar aquel terrible escenario. Pero antes de que pudiera seguir avispando a la gente, la espada de uno de los caballeros cortó su pecho de un fuerte tajo.

Las demas personas del pueblo que alcanzaron a escuchar el angustioso grito del joven, salieron de sus casas desesperadas, pero fueron recibidas violentamente por los caballeros con fuertes espadazos y flechazos en el cuerpo.

No mucho tiempo después del ataque, cada hombre, mujer, y niño del pueblo ya había sido asesinado cruelmente y las casas ya se habían cubierto completamente en llamas. Ninguno había logrado escapar.

Heraldo y sus hombres comenzaron a calcinar los cadáveres de los pueblerinos hasta que quedaran totalmente irreconocibles, con la intención de hacerle creer a los demás que aquella atrocidad había sido obra de un dragón. Pero Heraldo, a pesar de haber precensiado y ordenado aquella masacre, no sintió remordimiento alguno. La avaricia lo había cegado, lo había enloquecido.

El Dragón de Quiesna [✓] Completo [#BSA2020] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora