El Sol se comenzaba a asomar por el horizonte dejando un hermoso cielo teñido de tonos azules y morados, el cuál podía ser observado por Karmaland. Algunos débiles rayos de Sol atravesaban por pequeñas ranuras que dejaban las cortinas de la habitación de Vegetta, pero a él no le molestaba ni parecía de importancia aquello. De hecho, hasta este punto... ya nada podría importarle..
El pelinegro se sentó vagamente en su cama, se sostenía la cabeza con un fuerte dolor en esta mientras miraba al suelo. Aún tenía demasiadas preguntas en su mente, a la vez que los recuerdos regresaban a atormentarle.
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—Hey.. Vegetta..
—Dime, Doblas.
Ambos chicos se encontraban en un acantilado, sentados debajo de la tenue sombra de un bello árbol de roble. La fresca brisa golpeaba suavemente sus rostros, pero a Vegetta no le importaba en ese momento pues tenía su atención en el albino teñido. Que en ese pequeño tiempo se había levantado de su lado para dirigirse cerca del borde del acantilado, observando el abismo que había.
—Si yo..— El albino carraspeó sin mirarle aún, algo dudoso de soltar aquellas palabras. —Si yo saltara hoy, ¿Me olvidarías?
Sus miradas se encontraron. Rubén pudo apreciar los bellos y vivos orbes amatistas que poseía el pelinegro. Mientras que Samuel observaba los suyos, cristalinos orbes esmeraldas, profundos y oscuros que ocultaban un gran secreto.
—¿Por qué haces ese tipo de pregunta, eh tonto?— Dijo el de ojos amatistas extrañado por aquello.
—¡Tú sólo respóndeme!— Exclamó el albino, con algo de desesperación en su mirada.
Vegetta se acercó a él y sujetó con dulzura y delicadeza su rostro. El híbrido de oso sólo cerró sus ojos dejando salir pequeñas lágrimas por estos, para que luego se perdieran por sus mejillas hasta caer.
—No entiendo el porqué de tu pregunta, Rubius.— Suspiró antes de seguir. —Pero créeme que si tú algún día desaparecieras o cayeras de aquí arriba.. yo jamás sería capaz de llegar a olvidarte, ni aunque los mismos Dioses me obligaran a ello.
Rubius abrió sus ojos sorprendido, empezando a llorar como un pequeño niño. Haciendo que Vegetta lo trajera a su pecho y comenzara a acariciar su blanco cabello para calmarlo. El pelinegro no entendía cómo se sentía Ruben, pero él creía que cualquier cosa que pasase ellos lo podían resolver juntos, porque lo amaba...
—Te amo Rubius. Recuerda eso, pase lo que pase siempre, saldremos adelante juntos.
Ojalá el albino hubiera podido confiar en sus sinceras palabras..
Se levantó finalmente de su cama y se dirigió hacia el baño a pasos débiles, se lavó y observó su rostro. Tenía dos bolsas oscuras bajo sus hinchados y rojizos ojos. Odiaba su aspecto porque le recordaba a lo que había ocurrido hace poco... lo odiaba tanto que terminó partiendo el espejo de un golpe con su puño, hiriéndose y dejando así caer gotas de sangre al suelo de cerámica.
-¿Por qué, Doblas? ¿Por qué..?- Comenzó a sollozar el pelinegro sin control.
Rubius se había suicidado una semana atrás, lanzándose del mismo acantilado donde estuvieron ambos y Vegetta no podía olvidarlo aunque quisiera...
... y odiaba el no poder hacerlo.
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¿Me olvidarás? | Rubegetta One-Shot
Fiksi Penggemar-¿Me olvidarías..? Sinceramente, para Vegetta, esa pregunta le había resultado estúpida y sin sentido.