Capítulo 1

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HARPER 


       - ¿Me escuchas o no?¿Harper?¿Eo?¿Estás ahí?

La voz de Trish se oía a través del manos libres de mi móvil mientras seguía mirando la pantalla de mi ordenador sin dar crédito.

       - H porfavor respondeme, sabes que el padre de Justin está en ello...

       - Lo sé, pero... - fue lo único que conseguí decir en un hilo de voz mientras seguía leyendo         ese maldito artículo.

No lo entendía, no entendía porque la gente podía llegar hacer eso después de todo lo que había ocurrido, eran auténticos carroñeros aprovechándose de las desgracias ajenas para conseguir mejorar sus números de ventas con artículos penosos.

       - Trish... esto es una mierda, enserio... quiero que paren que me dejen en paz de una vez- susurré notando como mis pulmones se quedaban sin aire, y mi voz se quebraba sin poder remediarlo por el gigante nudo que estaba alojado en mi garganta.

Hacía solo dos meses que había perdido a la persona más importante de mi vida y aquí estaba sola, en nuestra casa.

Seguía escuchando la voz de mi amiga al otro lado diciendo que si no respondía se plantaba aquí en cuestión de minutos y la verdad, no lo dudaba, Trish vivía a tan solo cinco manzanas de mi casa, junto a Central Park.

Vivo en el Upper East Side desde que volví a Estados Unidos hace varios años. Pero ahora mismo esta casa, estas calles, esta ciudad que tanto amaba, se había convertido en mi prision personal.

Decidí responderle diciéndole que me iba a la dutxa, pero eso sirvió de poco... al cabo de veinte minutos su Audi Q8 rugía enfrente de casa.

Cuando abrí la puerta allí estaba el todoterreno blanco de mi amiga, esa chica de metro setenta y ocho, de pelo castaño oscuro enfundada en un corto top negro deportivo y unas mallas del mismo color haciendo resaltar su blanca piel. Notaba sus ojos clavados en mí bajo sus gafas de sol de Miu Miu, mientras que yo seguía junto a la puerta de casa en lo alto de las escaleras, donde me apoyaba contra la pared blanca de la fachada.

Pero Trish, no venía sola, el petardeo de una Harley Davidson tan único en ellas, me hizo girar la cabeza hacía esa moto que se acercaba por mi calle hasta llegar justo detrás del coche de Trish. Sabía quién era el dueño, sin duda conocía muy bien esa moto por todas las veces que la había conducido o había ido de paquete junto a él.

       - ¿Has llamado a Christopher? enserio Trish... - le dije cuando esta llegaba a mi lado en lo alto de las escaleras y se apartaba las gafas dejando a la vista sus azules ojos oscuros clavados en mi.

       - ¡Obio! - me gritó con cara muy seria mientras Christopher uno de mis mejores amigos y bueno... para qué negarlo, mi primera pareja seria que tuve cuando tan solo eramos unos crios.

       - Pues claro que lo ha hecho H - dijo él aludido atusándose su pelo castaño casi negro, mientras se bajaba de esa preciosa Harley.

       - No tendríais que... - no pude terminar porque Trish me abrazó de golpe sorprendiéndome mientras hacía pequeños círculos en mi espalda con sus dedos.

       - Cariño, no vamos a dejarte pasar esto sola. Y todos los hijos de puta que hacen esa mierda de articulos, pronto estarán bien jodidos - dijo casi en un susurro mientras notaba como las lágrimas brotaban de nuevo en mi rostro.

Me agarré a su cuerpo con fuerza mientras hundía mi cabeza en su hombro.

Segundos después noté a Christopher besándome la cabeza mientras nos abrazaba a las dos, bajo sus largos y fuertes brazos.

47 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora