I. No me abandones

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*Dos horas antes*

El reloj ya marca las cinco y media de la tarde y la jornada laboral recién termina. Los niños han abandonado el colegio y solo quedamos los profesores arreglando los últimos detalles para finalizar la semana.

—¡Amelia! ¿Qué haremos hoy? Es temprano aún, podríamos salir a beber algo.— La voz de Laura, mi mejor amiga y colega, sacude mis pensamientos.

—Hoy no puedo Lau, iré a una cena en casa de mis padres— Respondo encogiendo los hombros y dando la vuelta mientras tomo mi bolso y me abrocho la chaqueta para abandonar la sala de profesores.

—Entiendo, ¿irá Andrés contigo?, a propósito, ¿Las cosas se han arreglado entre ustedes?— Pregunta con gran interés en sus ojos mientras cruzamos la entrada del colegio, dirigiéndonos al estacionamiento.

Por un momento, pienso en cómo mi relación con Andrés ha decaído los últimos meses, y es que llevar una relación de tres años con alguien con quien no tienes nada en común, agota muchísimo, pero a pesar de todo, amor hay y demasiado.

—La verdad, apenas hablamos durante el día y eso dificulta arreglar las cosas, pero espero que luego de la cena de hoy podamos comunicarnos mejor.— Balbuceo intentando esconder la tristeza en mis palabras.

—Espero que todo mejore—Exclama, rodeandome con los brazos en un cálido abrazo.— Nos vemos el Lunes, llámame— Le entrego mi mejor sonrisa y asiento alejándome en dirección a mi automóvil.

Antes de entrar, me tomo unos segundos para aspirar la fría brisa invernal y observar el bello paisaje nevado que comienza a lucir el pequeño pueblo donde vivo. Sin embargo, me apresuro a tomar el asiento del conductor, puesto que pronto oscurecerá y aún tengo varias cosas que hacer.

Tengo una mezcla de sentimientos dentro de mi, me emociona mucho pasar tiempo con mis padres ya que hace semanas que no nos vemos, sin embargo, no quiero que se den cuenta de lo distante que se ha vuelto mi relación y lo rutinaria que se ha convertido mi vida.

Enciendo el automóvil y una extraña sensación recorre mi cuerpo, erizando cada vello de mi piel.

¿Será una señal? Quizás deba quedarme en casa y seguir ignorando las llamadas de mi madre pidiendo a gritos que le dé nietos.
Con veintiséis años ya debería tener más claridad con respecto a mi futuro, aunque la verdad es que no le encuentro sentido a mi vida, tengo el trabajo que amo, una pareja que me entrega mi espacio, unos padres cariñosos, pero aún así siento un vacío en mi pecho, siento que quiero todo y a la vez nada.

Decido pasar a mi hogar para cambiarme la ropa y lavar la losa sucia del día anterior.
Me apresuro en terminar los quehaceres y antes de salir observo la gran montaña de papeles que están sobre la mesa, tengo muchísimo trabajo que hacer este fin de semana.

Me pongo en marcha, directo a la casa de Andrés, para llegar juntos a la maravillosa cena familiar que mi madre lleva planeando más de una semana.

Después de todo, tal ves sea una buena idea, así tendré una oportunidad para acercarme más a mi padre, ya que después de la última comida familiar hace mas de un mes y gracias a mi gran carácter, las cosas resultaron bastante mal.

Pero debo reconocer que me pone nerviosa la situación, me cuesta afrontar los problemas y tengo miedo de reaccionar mal nuevamente.

Tres segundos para encontrarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora