Black Deer

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Lucifer disfrutaba de la vida de un mortal casi como disfrutó de su vida en el infierno; no iba a negar que criar a Charlotte nuevamente le había puesto sentimental, e incluso, le hizo darse cuenta lo fácil que era en aquel lugar, a diferencia del infierno. Aun así, estaba preocupado, y un ápice de culpa siempre le carcomía cuando llegara el momento de revelarle la verdad a su pequeña y devolverle la memoria de sus vidas anteriores, a pesar de que aún dudaba de si devolverle los recuerdos del poco tiempo que estuvo en la tierra antes de ser enviados como una familia.

Haber llegado a un acuerdo con dios fue problemático, sobre todo por los deberes que tenía en el basurero al que los habían exiliado a él y a su amada; cumplir el rol que le designaron como castigo no fue suficiente, e incluso alargaron la condena a su descendiente. Era la mierda de injusto, pero tenía que hacerlo. La sonrisa irónica que siempre lo caracterizaba nació en sus labios cuando se dio cuenta de que él solo era un simple perro con poder, nunca había sido libre, y nunca lo sería.

Había llegado a Nueva Orleans por mera curiosidad; la naturaleza caótica, blasfema y salvaje de aquella ciudad le había fascinado en cuanto llegó. Incluso, a la joven y linda Charlie le había encantado el ambiente festivo y exótico de la ciudad.

Como político en ascenso, se había enfocado en sus negocios legales y puesto de lado los que debían permanecer ocultos; el tráfico de alcohol, estando en boga debido a la prohibición, le había dado frutos bastante grandes, incluso se podría decir que era más provechoso que el de narcóticos, y también conexiones. Era extraño para él desenvolverse sin su totalidad de poderes, pero fue divertido. Y fue mucho más divertido ver cómo su querida Lilith disfrutaba de su vida humana ésta vez, como nunca pudo hacerlo.

Y era por ella que Lucifer Magne, el candidato a gobernador de Lousiana, ahora estaba en una joyería especializada.

El cumpleaños de Lilith se acercaba; por supuesto, era el cumpleaños de su contenedor mortal, así que él estaba buscando un regalo lo suficientemente encantador para ella. También, por supuesto, debía hacer relaciones con la gente de su barrio nuevo, en especial con el dueño de la estación de radio más escuchada del estado.

Honestamente, a parte de su poder creciente en cuanto a las comunicaciones, Lucifer tenía una cierta curiosidad en aquel chico. Como sea, fue extraño cuando casi mágicamente, mientras pensaba en el joven empresario en cuestión, éste se había presentado en la joyería a la que había acudido.

Por supuesto, no es que la tienda fuese demasiado cara como para que el joven no pudiese estar ahí, el chico llamado Alastor podía contarse entre los más ricos del país, sin embargo, la sensación de que algo no cuadraba allí se le aferró como una garrapata.

La voz educada de Alastor rompió los pensamientos de Lucifer cuando éste lo saludó amigablemente.

-"¿Lucifer Magne? ¡Un placer! Fue una verdadera sorpresa recibir su invitación." -El aludido sonrió, con sus ojos ámbar fijos en el hombre jovial que le había saludado. -"He seguido su carrera, y debo decirle que lo admiro." -Mentiras. Alastor había sido casi obligado a estudiar todo sobre la familia Magne y su pequeña en cuanto supo que Charlie, a quien tanto había añorado, estaba en éste mundo, con aquella familia, y ni tardo ni perezoso, empezó a planear cómo acercarse.

Fue demasiado conveniente que Alastor tuviese su nariz metida demasiado en el contexto de comunicaciones y periodismo, incluso, pensó que el destino le sonrió al haber elegido aquel rubro, pues, ¿qué político no amaría tener en su bolsillo a toda una cadena de radiodifusión? Alastor ofrecería todo su arsenal y apoyo al que ahora era el padre de su amada, simplemente si le pagaran con estar cerca de ella.

For all eternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora