Esquizofrénico

Episodio IX. Demoniacos.

—¿Contentos? —Estarossa mira al par frente suyo, un niño y un hombre egoístas— Al fin lo lograron, nos lo quitarán.

La hoja que reposa sobre la mesa es ignorada por los presentes, un pedazo de papel que dictamina la advertencia de sus descuidos.

—¿Para qué? —Zeldris engruesa su voz como defensa inconciente— Solo lo empeorarán, a Meliodas le estresa estar encerrado. De solo pensar en deprimente lugar quiero vomitar.

—Sabes que ellos son mucho más capaces para cuidarlo que nosotros.

—Prefiero morir antes que encerrarlo en una de esas cosas.

—Entonces debiste pensarlo antes de arruinarlo, debieron pensarlo antes de causarle los ataques una y otra vez.

El peliplata dirige su mirada al mayor de la sala, ajeno a la conversación se dedica a fumar mientras rasca su barba.

Sabiendo que no habrá respuesta de su parte aprieta los dientes.

Maldice al hombre por lo bajo, ¿cómo era posible que fuese tan inservible para la sociedad, aún maldito por todos sigue intacto.

—No tiene caso hablar con ustedes —suspira cansado.

—No permitas que se lo lleven.

—¿Qué caso tiene? —arde su garganta cuando nota los cristalizados ajenos— Ustedes no cambiarán. No hacen más que quejarse de su condición. Nada les costaba callarse, solo les pedí apoyo y terminaban cagando lo que conseguía.

—A ti también te ve como un demonio.

El comentario del hermano menor lo desconcierta, aún después de lo dicho ¿no haría más que resaltar eso?

—Porque lo corrijo y lo eh restringido para envitar que se dañe. A ustedes lo ve así porque lo dañan.

Está desesperado, ¿qué les cuesta entender? Se había esmerado por cuidarlo, dejó sus amigos, no durmió como debería, no se permitió vivir para cuidar de su hermano. Lo entregó todo, se entregó por completo. Pero... ¿qué recibió?

—Meliodas creé que pronto destronar a nuestro padre... ¿Qué mierda quieres hacer?

—¡Actúa como siempre lo has hecho! Sígue su juego.