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ESTOCOLMO
01 de noviembre de 2007.
Hoy ha muerto mi madre; Anya Romanov.
Jamás imaginé que llegaría a usar ropa negra de esta manera, no, desde luego nunca se me ocurrió que esto pasaría. Pero al fin y al cabo, acabó sucediendo. Porque hasta ahora no ha existido ni un ser que haya superado los mil años de vida. Sencillamente porque; de la muerte nadie escapa.
Mi hermano; Luka, se encuentra a mi lado: recto, su cabello castaño siendo desordenado por la suave brisa, y con una mirada seria en los ojos observa cómo cubren el ataúd de tierra.
Cuando el sacerdote termina su sermón sobre lo buena persona que fue mi madre y cómo ayudó tanto en la iglesia, coloco un tulipán blanco sobre la losa de piedra que sostiene su nombre carvado:
Anya Romanov, una hija, una madre.
Los invitados conocidos por mi madre y probablemente presentes únicamente por respeto a ella, lentamente van marchando uno a uno, incluyendo Luka.
Me quedo de pie con los ojos perdidos sobre el mensaje que tiene la piedra. ¿Qué debería decir de tí, madre? ¿Callar la verdad y fingir que todo fue perfecto en nuestras vidas? Eso sería lo que tu hubieras querido desde el principio. Ahora entiendo el porqué de tu desposamiento con mi padre. Sin embargo, prefiero que todo permanezca en silencio hasta indefinidamente.
Nadie sabrá nada. Nadie merece saber.
—Adiós, madre.
Y con media sonrisa en el rostro camino hasta Luka, el cual me espera impaciente delante de la salida del cementerio.
—Vayámonos ya de aquí —le digo en el oído, enganchando mi brazo con el suyo.
—No Jane, aún no —, al ver mi ceño ligeramente fruncido, añade —: La tía Tanya quiere hablar con nosotros.
Y con eso, aparece instantáneamente mi mal humor.
—A ella no le corresponde nuestra custodia, tú ya tienes veinte y yo pronto cumpliré diecinueve —, suelto frustrada. Nunca me cayó bien la tía Tanya, era tan entrometida que me la imaginaba varias veces como la vieja del barrio que siempre buscaba chismes para contar.
Luka sonríe, divertido. Siempre se ríe de mí por tener tan poca paciencia y ser una malhumorada de la vida.
—Tranquila, seguro que serán solo unos segundos —, su intento en tranquilizarme es nulo —. Mira por ahí viene...
Mis ojos miel acaban por caer sobre una señora alta, castaña, esbelta y muy atrevida para su edad, vistiendo un largo vestido negro con un escote demasiado inadecuado para el frío de Estocolmo. Poco a poco se va acercando hacia nosotros y hago lo posible para poner la mejor sonrisa falsa que puedo.
—Plemyanniki! [¡Sobrinos!] ¡Cuánto tiempo! —saluda, animadamente.
—Privet [Hola], tía Tanya —responde mi hermano, dándole varios besos como forma de saludo.
—¡Luka cómo has crecido! —comenta, y buscándome con la mirada pregunta —: ¿Jane? ¿No saludas a tu tetka [tía] Tanya?
—Hola, tía —me limito a decir. Su sonrisa se tuerce, nunca le he agradado lo suficiente a Tanya, para ella Luka siempre ha sido el modelo de sobrino perfecto.
—¡Oh! Bueno, da igual. Venía a hablaros sobre vuestra residencia a partir de ahora —nos dice. —La vieja casa de vuestra madre sigue intacta y os pertenece; tomad este sobre, contiene todo lo que debéis saber. Ahora, da svidániya [adiós] París me espera.
Ambos nos despedimos con la mano.
—Abre el sobre, Luka —exijo, aún incómoda por la repentina aparición de mi tía Tanya.
—Calle Malaïa Sadovaïa nº1, San Petersburgo. ¿Qué me dices hermanita? —Luka me hace sonreír.
—Te digo que... ¡Rusia nos está esperando! ¿A qué esperas tú? —le grito corriendo calle arriba con una sonrisa sobre los labios. De repente mi día ha mejorado incondicionalmente.
...
—Jane... Jane... Despierta, hemos llegado —susurra alguien en mi oído.
Me estiro como un gato y pestañeo varias veces hasta conseguir la visibilidad completa.
Mi asiento comienza a temblar en el minuto en el que las ruedas del avión tocan por primera vez el cemento húmedo de San Petersburgo. Miro curiosa por la ventanilla, y ahogo un chillido de sorpresa, es precioso: está todo nevado.
—¿Te das cuenta de que estamos retornando a nuestra raíces? —me pregunta Luka, frunciendo su entrecejo.
—¿Y qué? Nuestros nombres hacen tapadera.
—Aún así Jane, nacimos aquí, sabemos hablar ruso a la perfección y aunque papá no era ruso completamente, nosotros sí. Y mi nombre sí es ruso —corrige, sacando nuestras mochilas del compartimento de encima de los asientos.
—El nombre Luka puede ser de muchos lugares, no es ruso únicamente —añado, ajustando mi gorro de lana azul para verme más decente y menos Bella Durmiente.
Mi hermano suelta alguna que otra profanidad en bajo, y yo sonrío, me encanta hacerle rabiar.
Beso dulcemente su mejilla para que se olvide del mal humor que le he proporcionado y tiro de su mano para salir del avión.
—Venga, te compro un bollo de chocolate. No te enfades, malen'kiy brat —, me encanta llamarle hermanito en ruso, es una sensación de bienestar que ocupa mi interior cada vez que le llamo hermano, es el saber que tengo a alguien con el que puedo contar para todo.
—De acuerdo —, dice sonriendo al fin.
Y la gente que nos observa desde lejos, ve a dos hermanos castaños de nacionalidad variada, que a pesar de haber pasado por tantos problemas, continúan en unión y ríen juntos, caminando hacia la recogida de maletas del aeropuerto de San Petersburgo. Pero nadie conocería nuestro pasado, nadie sabría todo lo que realmente hemos sufrido, realizado y superado; porque nadie nos conoce de verdad y nadie nunca lo sabrá.
***
ESTOY NERVIOSA.
Ya no hay vuelta atrás. Aish >.<
-anns.
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JANE & LUKA
Ficção Adolescente"Nada volverá a ser como antes." Jane y Luka Petrov tras un pasado oscuro, llevan huyendo de los problemas toda su vida. ¿Pero cómo hacer eso, cuando los problemas literalmente te persiguen? Ni siquiera ellos saben cómo son capaces de lograrlo. E...