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Muchos a su edad probablemente no habrán sabido que plantearse como futuro de vida.

Pues él lo supo en ese instante.

Mozart encontró su vocación a los cincos años al componer su primer minueto, Picasso descubrió su talento por la pintura cuando tenía nueve años y Yang Jeongin tenía ocho años cuando finalmente encontró su propósito en la vida.

Era una mañana cálida en Busan, uno de sus familiares cercanos estaba a punto de cumplir ese sueño de amor que muchas personas suelen poseer; el matrimonio. Su prima estaba próxima a ese anhelo, y su presencia junto con la de su pequeña familia no podía hacerse menos al ser un evento grande y lleno de armonía para celebrar la unión.

Su padre no se encontraba de todas formas en el mejor estado posible. Habían asistido sí, era un evento familiar después de todo y faltar a ese evento en la iglesia era como no mostrarles su apoyo, pero aun así no podía evitar recordar tanto a su madre. Hace un par de años que esta había fallecido, no dieron razones exactas ya que el único que lo sabía era el señor Yang, pero el simple hecho de estar sentado en ese gran lugar con una decoración y temática que le recordaban tanto a su amada el día que contrajeron matrimonio, lo llenaba de tanta melancolía. La extrañaba, pero debía ser fuerte por sus dos hermosos y saludables hijos que obtuvieron de ese amor que existió alguna vez.

—Espera papá, permíteme —Jeongin se acercó hacia donde se encontraba su pequeño hermano, Jisung, y su padre quien trataba de arreglarle su corbata. Como si fuera tan experto en el tema, su mayor hermano logró arreglar el nudo que había ocasionado su padre en el cuello de Jisung.

—Papá, acompáñame al baño. Quiero hacer pipí.

—Vamos Jisung, yo te llevo —su padre al no saber que responder decidió encargarlo a Jeongin, quien muy a gusto se ofreció a ayudar en la situación.

Dentro de la iglesia, donde se encontraban los servicios higiénicos, Jeongin esperaba pacientemente a que su hermano acabará con su cometido. No pudo evitar distraerse con todo el brillo que caía hacía el lugar, el sol los acompañaba ese día y se podía observar cómo refulgían luces por medio de los cristales de colores que ambientaban todo, se sentía como un día mágico, como si hubieran elegido específicamente ese momento para tener una boda. Había un espejo al lado suyo y al acercarse para ver su reflejo observó lo bien que le quedaba el traje que estaba usando ese día, realmente la novia había elegido los trajes de los niños que llevarían los anillos de forma muy acertada a su parecer porque se sorprendía por cada detalle que había en los bordados, quedando embelesado en la idea de cómo se sentiría casarse alguna vez en su vida.

Hasta que un grito ensordecedor se escuchó llegar desde lo lejos.

—¡Mi vestido! —exclamó su prima preocupada.

Jeongin caminó a su alrededor para ver cuál era el problema al observar el atuendo perfecto. Pero no, viendo más minuciosamente tenía un gran agujero en la parte de atrás, lo cual dejaba mucho que pensar.

—¿Qué voy a hacer? Por Dios, ¿por qué justo este día?

Intentó no reírse al ver las expresiones extrañas de su prima al no encontrar solución, escuchó después como Jisung salía del baño y se percató que nuevamente ese lazo que su padre le había puesto como corbata estaba desatado.

Y se le ocurrió una magnífica idea.

—Muchas gracias lindo, me salvaste —agradecía felizmente su prima al tener su vestido finalmente arreglado.

Jeongin había tomado el lazo que su hermano se había vuelto a quitar del cuello, y lo uso como un pequeño hilo para cerrar con un moño ese agujero que se apreciaba en la gran prenda color blanco y llena de perlas. La novia no podía sentirse más aliviada y como un gesto amable y de gratitud al mismo tiempo, le comentó algo pequeño a Jeongin quien abrió sus ojos ilusionados por la idea.

27 bodas | hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora