9. Vainilla

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Seokjin subió sus manos para acunar el rostro de Nam hasta quedar a escasos centímetros de un beso. Sí, deseaba con todas sus fuerzas besarlo, y hubiera querido ser más paciente para escuchar las réplicas del castaño, pero era imposible. Su carácter era ser impulsivo y pasional con lo que deseaba; y sin lugar a dudas, su mayor deseo era hacerle el amor al otro.

Por su parte, Nam trataba de aclimatarse a toda la situación.

—Si es una broma, no te perdonaré nunca—expresó con sus ojos clavados en el rostro del rubio, recibiendo una sonrisa condenadamente atractiva.

—No me arriesgaré a que me ignores otra vez

Ehehe, admito que eres muy persuasivo

—Dioses, me encanta cómo te ríes— confiesa, tomando las manos del mayor para dirigirlas a su cuello, para él tomarlo de la cintura con comodidad. —Entonces, ¿me perdonas?

Nam ladeó el rostro, suspirando. Seokjin podía ser un bruto, animal, acosador, sin vergüenza, torpe, buscapleitos, contradictorio, orgulloso, cabezota, poco delicado con un sinfín más de malas cualidades, pero también lo compensaba con esos detalles tan quita alientos que no entendía del todo. Que vamos, no estaba seguro de querer pasar al siguiente nivel esa misma  noche, pero se arremolinaba con más fervor en su pecho una incipiente necesidad de ser tocado, deseado, querido, amado... No sería del todo malo quedar a su merced una vez más.

—Sólo si así terminas lo que empezaste— se aventuró a decir esta vez con una sonrisa genuina. —Queda usted perdonado, señor Kim

Jin soltó una risa leve, pegando su frente a la de Nam, con el corazón repiqueteando más rápido. Había sido un malentendido diminuto, pero con la fuerza suficiente para lastimar a Nam, y juró por la tumba de sus abuelos que no ocurriría de nuevo. Tomó iniciativa para mirar una vez más al castaño, acercar su rostro y por fin besarlo. Habían pasado horas desde su último beso, pero el miedo de no poder hacerlo de nuevo, carcomía su mente. Aprovechó el contacto para llenarse del sabor dulce que se impregnaba conforme pasaba sus labios y desfogaba sus ansias de poseer esos besos el resto de sus días.

Las rodillas de Nam temblaban ante un beso fuerte y distinto de los demás: un beso de reconciliación. Negarse a esas alturas sería presunción, o negación sin sentido. Abrió sus labios, dándole acceso al rubio para deleitarse y que jugara con su lengua. Dioses, era un perfecto momento para perder la cordura y permitirle acceso a todo.

—Por cierto, volviste a llamarme "señor Kim"— pronunció Seokjin contra la boca ajena, desinhibido. —Me temo que tendré que castigarte Nam

Nam rodó los ojos. Seguía poseyendo ese agridulce sentido del humor, aunque no supo si hablaba en serio o solo por romper el hielo.

—Eres un torpe. ¿Qué está pensado tu altanera mente?—lo retó.

—En sexo vainilla

—Ja, ¿Qué?

—Sí, tu castigo será que no puedas olvidar esta noche— acercó su boca al oído de Nam para morder su lóbulo y agregar: —porque no voy a dejarte dormir

Antes de que Nam pudiera replicar, los labios de Seokjin volvieron a su asalto para robarle el aliento. No supo a qué hora las manos del menor comenzaron a acariciar sus glúteos, sacando suspiros entre los besos hasta derretir sus sentidos, como si cada caricia fuera un boleto al paraíso.

Jin lo acorraló contra la mesa principal de la sala y con un movimiento rápido, lo tomó de los muslos para sentarlo en la madera y situarse en medio de sus piernas para continuar el beso. Desabrochó cada botón del pijama para dejar al descubierto el cuello y succionar con fuerza, pretendiendo marcar ese espacio.

GOOD BOY, NAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora