DarkXiChen: Rendirse [XiCheng]

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La sangre escurría por sus dedos. En las uñas, Jiang Cheng pudo imaginarle hebras de piel fresca. Pensándolo bien, ocupar la palabra "imaginar" era inexacto. Lo correcto sería decir que estaba seguro de los detalles ocultos a la escasa luz de la luna, en el goteo de sus ropas oscuras, sus delicadas y definidas palmas, y su elegancia mortífera recortada en la penumbra, acentuada por una sonrisa. Tal gesto del Primer Jade no ofrecía ni la mínima consideración a su entorno, más en su acepción individual y dirigida a él...

—Llegué —pronunció, su voz grave y directa retumbándole, con las notas gruesas de una melodía cruel y hermosa, en el alma. Sacó un pañuelo, se limpió y después lo miró a los ojos, la comisura de sus labios dulcemente elevada.

En su acepción individual, dirigida a Jiang Cheng, era honesta, transformando la brutalidad de su aura en una seductora canción acariciándole la fuerza de las piernas, la cordura de la inhalación y exhalación y la secuencia de los latidos, aumentando el calor.

Se mordió la parte interna de la mejilla, evitando profundizar el devenir del respirar.

—Volviste a hacerlo —lo regañó, girándose y dando la espalda al muelle donde aguardó el arribo de la madrugada, y con ella, el de Lan XiChen.

—No pude resistirme —contestó el líder, la cinta negra de patrón de nubes rojas en su frente ondeando victoriosa al acercársele al oído. El aroma a sándalo y canela que desprendía, embriagándolo—. Tenía que darles una lección —su aliento le rozó los bellos del lóbulo, atrapándolo entre sus brazos, girándolo y quedando de frente.

La sonrisa del líder de Gusu Lan era un engaño para el mundo, y para Jiang Cheng, la más honesta trampa en que caía.

—Se burlaron de Jin Ling, y se lo importante que es para ti el pequeño. Debía darles una lección de cortesía.

Los labios de Lan XiChen se aproximaron a los suyos, deteniéndose a un centímetro o dos, y tembló

—¿Estuvo mal, mi loto imperial?

Jiang Cheng apretó puños contra su pecho, deseando gritar, alejarse... ¡no podía!, ya no. Ya no le quedaban fuerzas para no ceder.

—¡Maldita sea! —apretó la quijada, desesperado, y aligeró la presión, resignado.

Lan XiChen fue paciente, como lo fue a lo largo de los últimos 10 años, ganando milímetro a milímetro el terco corazón que invadió su oscuridad sin preguntarlo, a una sola mirada retadora, con una sola palabra testaruda de una negativa que nadie antes se atrevió a darle; plantándose en su negra esencia. No necesitaba ninguna luz, sólo el precioso rescoldo en forma de loto que protegería contra viento y marea, por el que destruiría gustoso a todos.

—¿Me amas?

Los signos de interrogación fueron mera consideración, tratándose en sí de una aseveración que gatilló el coraje de Jiang Cheng al verse evidenciado.

El líder de Yunmeng Jiang lanzó una maldición mayor, y en un arrebato combinado de amenaza, insulto y reproche, lo besó liberando en la intensidad del encuentro culminado en su cama, un: "¡desde siempre, desgraciado!".

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