Noche de Navidad

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La música sonó. La algarabía de luces y colores inició. El chico la observaba desde su mesa, acompañado de una botella de ron. Ella bailaba alegre en el centro del salón, daba vueltas al son de las canciones que otorgaban vida al baile de navidad organizado por la universidad... no había ningún plan fraguado, él no sabía que ella estaría ahí, pero se maravilló de que así fuese. Ella ansiaba verlo, o quizá no, quizá todo estaba únicamente en la mente del chico, ¡pero qué más da! Estaban ahí y es lo que importaba.

Sus cabellos negros combinaban a la perfección con esa mirada profunda que ella tenía, y con el vestido negro de gala que llevaba puesto. Él quedó asombrado al cruzar su primera mirada con ella.

-Luces bien. - le dijo al acercarse para saludarla, y besando su mejilla.
-Gracias. -asintió ella sutilmente, y sus mejillas se ruborizaron.

Él volvió a su silla, y siguió escuchando la música de fondo, el tempo era el adecuado para que él se sintiera cada vez más atraído, la opacidad de las luces le otorgaba el ambiente ideal para levantarse de la mesa, ir hacia ella, rodearla con sus brazos y besarla frugalmente, pero no podía pasar así... no era como él lo anhelaba, así que salió un momento de la recepción a fumar un cigarrillo mientras calmaba sus ansias y pensaba con frialdad cómo robar uno de sus besos... ¡moría por sentir esos labios rojos chocar contra los suyos!...

Ella bailaba con sus amigos, era el motivo que la había llevado a ese sitio aquella noche, no tenía ningún otro plan para el evento, pero no podía evitar sentirse protegida por la mirada de alguien cerca de ella...

Cuando el chico entró no la miró por ningún lado, y eso le preocupó, las luces de repente se tornaron oscuras y la música retumbaba más de lo normal por lo que le fue imposible buscarla con su mirada o escuchar su voz. Caminó hacia donde la vio por última vez y se encontró con uno de sus amigos.

-¿Has visto a Rose? No la encuentro por ningún lado. –preguntó ocultando su desaire.
-Hace un momento estaba aquí, seguramente fue a la barra por un trago. -le respondieron. Relájate, Greg. Todo está bien.

Él se quedó bailando cerca de ahí, con una de sus amigas, hasta el momento de tener a Rose de vuelta al centro del salón. Cuando llegó, se deleitó con su presencia, el carmín en sus labios le resultó inquietante y no sentía más que tenerla cerca y rodearla con sus brazos. Rose sintió la mirada de Greg en ella, y se ruborizó levemente. Sonrió.

-¿Te gustaría bailar conmigo? -preguntó Greg, alzando un poco el tono de su voz.
-¡Claro que sí!

Sonaba en los parlantes la música de moda que todo el mundo disfrutaba bailar, así que Rose y Greg se unieron al baile, entrelazaron sus dedos y comenzaron a susurrar varias cosas en sus oídos. Sus amigos alrededor los observaban atentos a cualquier movimiento que hicieran, las sonrisas y los murmullos no cesaban entre todos ellos. Greg abrazó por la cintura a Rose y sin pensarlo más, se acercó peligrosamente hacia la comisura de los labios de Rose, ella quedó paralizada en ese momento, quizá anhelante por lo sorpresivo del actuar de Greg, y entonces, en un momento fugaz se besaron, y el tiempo conspiró a su favor. El beso duró unos cuantos segundos, pero a ambos les pareció una vida entera. Greg la sujetó con más fuerza, atrayéndola hacia sí. Rose cerró sus ojos, dejándose llevar por la magia del suceso, a los dos les parecía un sueño y habrían dado el mundo entero porque la noche sea eterna.

Greg entregó su alma a Rose a cambio de aquel beso, y se sintió dueño del mundo al ser correspondido. Aquella noche fue la mejor de su vida. Rose sentía miedo, incertidumbre, emociones encontradas... no sabía qué sentir, pero algo dentro de ella la reconfortaba.

La noche llegó a su fin, asimismo lo hizo el baile. Los asistentes fueron desfilando por la salida sin ánimo de irse realmente, muchos de ellos se reunían entre amigos y planeaban ir a sus casas a continuar con la fiesta. La conmoción y el escándalo que hicieron todos al marcharse daba que pensar que la noche aún era muy joven para morir.

Rose y Greg se encontraron en la salida, y al despedirse un nuevo beso les robó el aliento.

-¿Saldrías conmigo alguno de estos días? -preguntó Greg, algo nervioso de escuchar una respuesta.
-¡Claro!, ¿por qué no? -asintió Rose mientras sus comisuras temblaron ligeramente.
-¡Genial! Te llamaré. -dijo él, al tiempo que sacaba su celular para tomarse una fotografía junto a ella. -Es el mejor recuerdo de esta noche. -le sonrió, la ilusión desbordando en su mirada.

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