¡Hazlo ya!

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  Gustabo se quitó los zapatos sin soltar una sola palabra. Su cuerpo temblaba, aunque él trataba de evitarlo. El rostro de Horacio palideció, y los ojos de Jack parecían querer salir de sus cuencas. El sujeto enmascarado colocó las pinzas sobre los dedos de Gustabo.

  —Chicos, si huele a pollo frito no os asustéis, solo es vuestro amigo. —Él se divertía con lo que estaba a punto de hacer. Miraba a Jack y a Horacio con superioridad. Gustabo cerró sus ojos mientras los otros dos sujetos calibraban la máquina.

  El chico enmascarado, que parecía ser la cabeza del grupo, hizo una seña y la máquina comenzó a funcionar.

  Gustabo clamaba entre sollozos, pero sus llantos no hacían más que avivar las carcajadas del líder, y hacía subir la potencia del aparato, que ya rozaba su límite. Jack apretaba sus dientes con tanta fuerza que los hacía rechinar. Quería levantarse y pinzarle las orejas, darle la máxima potencia a la máquina y dejarle a su merced. Pero ahí estaba, mirando como torturaban a ese pobre chico.

  —¡Parad ya! Él no ha hecho nada, joder. ¡Torturadme a mí, fui yo quien mató a vuestro amigo! —Jack se levantó encorajinado y comenzó a dar gritos. Los sujetos que mantenían la máquina activa la apagaron, y el cabecilla del grupo bramó de ira. Agarró a Jack por los hombros y lo tiró al suelo.

  —Desatad a Gustabo. —ordenó.

  Gustabo notaba como las correas dejaban de oprimirle, y se sintió libre. Miró a Horacio, que lloraba en silencio.

  —Gustabo, ven aquí. Tú quieres ser libre, ¿verdad? Tienes una oportunidad. —El chico enmascarado sacó una pistola de uno de sus bolsillos y se la tendió al castaño—. Dispárale y serás libre.

  Gustabo agarró el arma y el agresor situó el cañón de la pistola sobre la sien de Jack. Gustabo se encontraba frente a la ventana, y dirigió su mirada hacia ella. Sostenía la pistola con las dos manos, que temblaban sin que él lo pudiese remediar.

  —Hazlo Gustabo, hazlo. —Jack comenzó a suplicarle a Gustabo que disparase—. Haz que acabe todo esto ya.

  Gustabo no dejó de mirar a la ventana. No podía mirar a Jack, y sabía que no lo podía matar. Iba a soltar el arma cuando vio algo moverse tras unos matorrales. Salieron dos sujetos vestidos con un chaleco antibalas y pistola en mano. Gustabo movió ligeramente el arma, intentando llamar la atención de lo que parecían ser dos agentes. Mediante señas, Gustabo logró entender que iban a entrar.

  —¡Gustabo, hazlo ya! —Jack volvió a gritar. Gustabo le miró y se preparó para disparar.

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