❝ El fuego no sólo es muerte y destrucción... el fuego también es luz y calidez ❞
El superintendente Jack Conway se enfrentará a su mayor miedo, que no es Vietnam ni Afghanistan, los fantasmas del pasado o demonios internos.
Es perder a quien más q...
Pointless curses, nonsense verses. You'll see purpose start to surface.
No one else is dealing with your demons, meaning Maybe defeating them could be the beginning of your meaning, friend.
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Maldiciones sin sentido, versos sin sentido. Vas a ver cómo tu propósito llega a la superficie.
Nadie más está lidiando con tus demonios. Significa que quizá derrotarlos podría ser el comienzo de tu significado, amigo.
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El primer día que pasó sin saber nada de Horacio y Gustabo se sintió bien, podría decir que hasta feliz. No es que no hubiera hecho la gran cosa en servicio, pero sin duda tener que lidiar con robos menores, peleas y hasta traficantes de calle le parecía sencillo en comparación a las inexplicables tonterías que hacían que ese par de idiotas terminaran en su oficina con sus caras largas e inventando cualquier sandez para explicar porque estaban allí de nuevo, en comisaría. De sólo recordarlos Conway se estremeció y suspiró.
El segundo día estuvo tan ocupado que no recordó a Horacio y Gustabo en todo el día.
El tercer día sí que los recordó sólo por una cadena de pensamientos, iba en su automóvil camino a comisaría cuando el rojo del semáforo lo detuvo y miró en rededor donde pudo observar al primo de Segismundo, ¿cómo se llamaba? ¡Rogelio! Con ese estúpido suéter que los hacía tan peculiares. Iba por la calle con una hoja y hablando con cada persona que tenía en frente. Eso definitivamente había llamado su atención, pero el pitido de un auto detrás suyo lo hizo avanzar.
Cuando llegó a comisaría apenas y saludó a algunos oficiales que se encontraban de camino, se sentó en su oficina y sacó el teléfono.
"Gilipollas, llámame." escribió con destinatario a Gustabo, pero lo borró al par de segundos. Probablemente sólo estaban haciendo el tonto por ahí o, al contrario, puede que incluso estén siendo más responsables de lo normal y por eso no se habían aparecido por ahí.
Entre todo su mar de pensamientos y una inexplicable sensación de preocupación que se estaba anidando en su pecho lo único que hizo fue acceder a las bases de datos del hospital sólo para confirmar que no hubiera nada mal.
Y no, no encontró nada. Ni rastro de Horacio y Gustabo en el hospital los últimos tres días. Incluso buscó a Segismundo y tampoco. Torció una mueca, se estaba preocupando de más por un trío de idiotas. Por lo cual optó por seguir con sus actividades, tenía trabajo que hacer.
Por la tarde estaba sacando unas copias cuando escuchó a Volkov e Ivanov hablar en el pasillo y no quería ser un entrometido escuchando conversaciones ajenas, pero hubo un momento que lo hizo prestar atención.
