Capítulo 1

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Mediados de julio del 2024.
Eran las 11 de la mañana cuando Silvia intenta despertar a su hija mediante gritos para que acudiera a sus clases de verano.
-¡Mey por Dios! ¡Puedes por favor moverte hacia la sala para almorzar al menos!-.
Sólo se escuchan los ronquidos de Mey como respuesta.
Silvia, una mujer de estatura media que según ella tiene unos kilos de más. Su edad está entre los 40 y su rostro tiene varias arrugas a causa de gritarle a sus hijos. Aparte de eso, sus ojos son verdes esmeralda y su cabello es de un tono marrón claro y corto. Ella es extremadamente protectora con sus hijos, su futuro es su mayor preocupación.
Por su parte está Mey o Melissa. 16 años, un poco más baja que su madre y de ojos marrones claros al igual que su cabello largo y lacio. No tiene una forma física ejemplar, pero tampoco se puede quejar. Regularmente hace ejercicio, pero su amor por la comida es mayor.
Vivian en una casa de dos pisos. En la planta baja estaba el recibidor con cuatro puertas: sala, comedor, cocina y un baño; y unas escaleras que llevaban a tres habitaciones y otro baño. El padre de Mey, Robert, era un importante médico, por la misma razón casi nunca veía a su familia, y en cuanto a Silvia, se dedicaba a la psicología. Económicamente se podían dar algún que otro gusto.
Al perder la paciencia Silvia baja a la cocina y vuelve al cuarto de su hija con un vaso de agua fría, el cual le echa a su hija para que no tenga de otra que levantarse.
-¿Pero qué mierda?-. Dice Mey al levantarse de un brinco con el sentir del agua helada en su rostro y pecho – ¡Si todavía es temprano!-.
-¿Temprano?¡En media hora tienes que estar en tu colegio!-. Replica Silvia ante la insolencia de su hija.
Mey la queda mirando un segundo anonadada, luego mira su reloj y por último la nota que tenía en su celular. Efectivamente, le quedaban unos 15 minutos para alistarse si no quería llegar tarde.
“gg Mey” pensó ella.
Le hace una seña a su madre con la mano para que se retire de su habitación, la cual cumple muy a mala gana y diciendo groserías entre dientes. Cuando sale comienza a vestirse a toda prisa. Al cabo de entre unos 20 y 25 minutos, ya había salido de su casa rumbo a su destino  a un kilómetro. Tuvo que comenzar a correr si quería llegar a tiempo.
Durante su trote por las calurosas calles de Rubrum Est en pleno verano, solo cruzaba por su mente la idea de que un trabajo de medio tiempo para costear un auto no era una mala idea, después de todo, ya tenía la licencia gracias a su padre.
Rubrum Est era un pequeño pueblo típico de los Estados Unidos. Estaba situado en el este, en el estado de California.  Aunque a pesar de eso, era un pueblo pobre en turismo. Casi todos los habitantes, incluyendo Mey, creían que era por la historia detrás de su fundación, la cual nunca es narrada dos veces igual. Aún así, es un pueblo bellísimo con hermosos paisajes y un gran bosque a unos kilómetros, la caza es uno de los deportes más practicados en el lugar.
Al llegar a las escaleras del lugar, Mey se detiene a normalizar su respiración en las escaleras de la entrada.
El colegio secundario de Rubrum Est era una construcción que destacaba por su arquitectura. Un edificio construido hace unos 100 años con paredes de cuarzo, un piso de baldosas negras brillantes y enormes ventanales en la planta baja y el segundo piso. Aparte de eso era el común estilo americano: los casilleros en los pasillos, los salones grandes con una enorme pizarra, los laboratorios, la cancha de fútbol atrás del edificio, los vestuarios y el gimnasio. Un lugar de película.
Mey mira su reloj y suspira de alivio al ver que había llegado dos minutos antes a pesar de todo. “Cuando vuelva a casa se lo voy a decir a mamá. No tenía ni un gramo de fe en mi” pensó y entró al edificio.
Al entrar al salón lo primero que hace es analizar quienes se encontraban dentro para ver dónde sentarse. “Nadie con quién valiera la pena convivir a menos de dos metros” pensó.
Ella no era una persona de muchos amigos, a decir verdad, su hermano era su única compañía últimamente. Todo a causa de que su amiga más cercana se había mudado hace poco y, fuera de eso, sentía que la gente se acercaba a ella para aprovecharse de su inteligencia. No estaba en clases de verano por haber reprobado los exámenes, sino por obligación de su madre para así empezar su segundo año con “más puntos” según ella.
Terminó por sentarse en la segunda fila, teniendo a su derecha la pared y a su izquierda un lugar vacío, el cual parecía que así se iba a quedar ya que el timbre había sonado y no entraba más gente.
Ya una vez dentro el profesor, un hombre canoso, alto, fuera de forma y con una expresión amenazante desde el punto de vista de Mey, la clase comenzó.
-Bien, pequeñas mentes del mañana, por el correr de este mes yo estaré a cargo de enseñarles todo lo que no aprendieron en un año-. Hizo hincapié en la palabra “pequeñas”. Con eso bastó para que Mey supiera que iba a ser un largo mes-. Una tarea difícil ¿No creen?-. Se río para si mismo y comenzó a pasar la lista desde su escritorio.
Entre los nombres Mey solo destacó el de Jack y Matthei, Milo para los amigos. Dos jugadores de fútbol y amigos de toda la vida, aunque en personalidad y físicamente eran polos opuestos.
Ambos son altos y con buen cuerpo. Aunque Jack tiene unos ojos azules que cautivan a cualquiera y un cabello rubio rizado que generalmente peina hacia atrás. Esto en conjunto con una forma de ser tranquila y amable forma el sueño de casi todas las chicas del lugar. Por su parte Milo, tiene unos ojos negros que reflejan su actitud picara y normalmente llena de sarcasmo y un cabello corto de igual color. Se da a conocer por la larga lista de corazones que ha roto y su bello rostro y sonrisa. Hasta Mey lo ha quedado mirando unos segundos más de una vez.
Antes de que el profesor pudiera terminar de pasar la lista, la puerta que da al pasillo se abre lentamente e ingresa al salón un nuevo alumno. Este se hace paso diciendo perdón varias veces y toma el lugar que está al lado de Mey.
Ante esto, el hombre se acerca al muchacho y le habla de forma seria.
-¿Se puede saber qué horas son estas de llegar?-. Dice mientras mira el reloj en su muñeca y luego a él- ¿Te piensas que esto es tu casa para llegar a cualquier hora a calentar una silla con tu culo? -.
Se escuchó una risa del grupo en general.
El chico quedó petrificado ante las palabras del profesor, giró su cabeza hacia Mey buscando auxilio. Al ver que su rostro estaba igual que el suyo, tomó una gran cantidad de aire por la nariz y decidió contestar.
-Di disculpe señ… ¡Profesor!-. Dijo tartamudeando – La cuestión es que me acabo de mudar y recién me inscribí. Quedé con dos materias del semestre pasado y me dijeron en dirección que podía pasar directamente a su clase si quería-. Al terminar de hablar lo miró atentamente a los ojos.
La expresión del profesor era como si lo estuvieran tomando por idiota.
-¿Quién te dijo eso? ¿Lucrecia?-.
-Eeee si, ella misma, si-. Contesto el chico riendo nerviosamente.
-Tu nombre hijo-. Prosiguió el profesor cruzando de brazos.
- Nathan Monroe, señor -. Sonríe.
-Pues mira Monroe, te acabas de ganar la primera detención del semestre. Enhorabuena-. Vuelve hacia su escritorio – No hay ninguna Lucrecia en dirección. Es más, no hay nadie en dirección. Imbécil-.
Las risas volvieron a surgir entre los compañeros y Nathan más sorprendido que antes simplemente asiente con la cabeza y hunde su mirada en su libro se texto.
Mey normalmente no tomaba el papel de héroe, es más, le parecía ridículo y un riesgo que no valía la pena, pero ver a ese chico así le dolió en algún lugar dentro de su pecho. No podía dejarlo así.
-Profesor-. La  mirada del hombre ahora estaba clavada en ella lo cual le hizo pensar que quizás no fue una buena idea. Pero ya no había marcha atrás – No me parece justo-.
-¿Mi salario? Si, a mi tampoco-. Se burló él.
Mey mira a su compañero de banco aún con la vista clavada en esas hojas. “Hoy por ti mañana por mi” pensó y siguió con su charla
-No, bueno, no se… Pero me refiero a Nathan. Es su primer día, es normal que ni se sepa los horarios. Yo llevo un año aquí y tampoco tengo idea-.
El profesor rasca su labio inferior con su mano pensativo y arquea una ceja antes de responderle a su alumna.
-¿Si? Pues será mejor que te los aprendas en la hora que vas a estar en detención junto con tu nuevo amigo-. Se volvió a levantar de su silla- ¿Alguien más está interesado? ¿O el resto de ustedes tiene más de 2 de iq? -.
La cara de Mey en ese instante era un copie y pegue del meme “poker face”. Miró otra vez a Nathan, esta vez ambos cruzaron miradas y movió los labios para decir “gracias” .
“¿Gracias de qué?” pensó Mey mientras la impotencia se apoderaba de ella. Pero ya era mejor rendirse. Si seguía con eso quizás hasta se enteraba su madre y así no saldría de su casa hasta que se case.
De repente, la voz de otro chico se escuchó al fondo del salón
-¡Jack y yo también pensamos que es injusto!-. Mey se giró. Era Milo – Además. ¿Qué tan triste es su vida como para burlarse de sus alumnos? ¿No le dan amor en su casa profe?-.
Milo se levanta de su banco sonriendo sin mostrar los dientes. Era obvio que lo único que estaba buscando era picar al profesor para así divertirse un poco. Mira a Jack y le suplica que se levante también. Lo cual hace, copiando la misma expresión picara de su amigo.
En lo que el profesor procesaba lo dicho por Milo. Este y Mey intercambian miradas. Milo le guiña un ojo a Mey y la reacción de ella simplemente es levantar las dos cejas mientas sonríe igual que él.
-¿ah si? -. Dice el profesor plantándose en el medio del salón -Pues los  cuatro… van a estar 3 PUTAS HORAS LIMPIANDO UNO A UNO LOS BAÑOS DE ESTE EDIFICIO-. Sus gritos demostraban la rabia que sentía-. Ahora. Voy a seguir con mi clase-. Continuó más calmado-. Y si alguien vuelve a decir algo acerca del tema… Simplemente pasará todo el mes deseando haber dejado el colegio y criar llamas en el monte -. Volvió hacia su escritorio y se sentó-. ¿Está claro?-.
Todos asintieron con la cabeza, algunos con mala gana, otros riendo como Milo. En cuanto a Mey, tomó su libro y hundió su vista en él.
Unos segundos después Nathan le arrimó un papel a Mey con algo escrito:
“Diez de diez este hombre para primeras impresiones…
Cuál es tu nombre?  oh salvadora fail mía”
Mey leyó la carta y automáticamente río. Risa que tuvo que ahogar para no pasar en detención hasta navidad. Le respondió del otro lado:
Yo llevo un año con él. Creo que el rebelde sin causa tiene razón   xd
Soy Melissa. Pero por lo que más quieras dime Mey”
Quizás Mey había encontrado un nuevo amigo en Nathan.
Al leer la respuesta el chico esbozó una pequeña sonrisa y la miró asintiendo. Luego volvió su vista al libro.
Mey lo quedó mirando un momento. Al entrar vio que no era muy alto, quizás algo más que su madre, y delgado, no parecía ejercitarse. En cuanto a su rostro tiene ojos marrones caramelo y un cabello no muy corto, ondulado, de un color castaño y corte en degradé. Además, entre su nariz y sus ojos yacían pecas, un toqué adorable ante la vista de ella.
La clase siguió con una subjetiva normalidad hasta llegar a su fin.

Slaves of the Moon [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora