Capítulo I

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– Todo va a estar bien, no te preocupes.

Asentí sin dudar, era mi única esperanza para salir de allí. El colegio ardía en llamas, y me había quedado encerrada en mi salón, hasta que llegó y me guió fuera del peligro. Seguía sin creer que aquel chico, era el mismo que todos los días me molestaba.

En ese momento yacía sentada en el césped verde del campus. Él se agachó a mi lado y sostuvo mi mentón con sus dedos. Clavó su mirada profunda sobre mis ojos.

-Eres muy linda, te lo habían dicho antes?- sin responder, sentí cómo la sangre se acumulaba en mis mejillas y me hacía sonrojar. Desvié la vista hacia el cielo, pero él se colocó hacia donde miraba, y se acercó lentamente mientras cerraba sus ojos.

- TI TI TI!

- Qué mierda?!- abrí los ojos sobresaltada.- estúpida alarma.

Hoy era lunes, a mitad del año, y el despertador indicaba las 06:30, tarde.
De un salto me levanté, caminé hacia el armario y tomé la percha que contenía el uniforme. Abrigo negro, camisa blanca, pollera gris y un moño negro. Por cierto, la mía parecía más la pollera de una monja, al llegar a cubrirme las rodillas casi por completo. Errores de confección.

Aún dormida, me vestí como pude, concentrándome en atar el nudo correctamente, amarrar los cordones de los mocasines, y no haber cometido un error, como ponerme el sostén luego de la camisa, o las medias sobre los zapatos.
Restregándome los ojos tomé mi mochila y bajé a la cocina. Preparé un café, y al terminarlo, literalmente aventé la taza hacia el lavabo para tomar las llaves y salir corriendo. Mi madre se había ido y no me había despertado, probablemente a propósito.
Nada de esperar el bus, o tomar la bici, eché a correr hacia una calle principal, y paré el primer taxi que vi.

-A... Al instituto... El Monse.- comenzó a conducir mientras me relajaba, capaz podría llegar a tiempo, necesitaba entrar antes que ellos.

Al llegar, pagué el taxi y salí disparada hacia afuera. Maldije por lo bajo al ver que los cuatro de siempre ya se encontraban en la puerta, de brazos cruzados, recargados en la pared, con ese aire altivo que los caracterizaba. Antes de que se percatasen que era yo, agarré bien mi mochila, bajé la cabeza, y comencé a caminar con pasos apurados. Tranquila, me dije, no te han visto, vas a seguir tu camino rápidamente y ellos no se darán cuenta...

- Pero si es Harriet!

- Con ese nombre, seguro la única Harriet que hay en el colegio.- estallaron en risas mientras me rodeaban. – estúpida extranjera.

- Por qué vienes a ésta hora? Idiota.

- Por favor...– fue lo único que salió de mis labios. Sabía lo que probablemente vendría.

- Quieres irte?- asentí cabizbaja, evitando el contacto visual, justo ahora no les iba a hacer frente, estaba llegando tarde– Hoy te dejaremos. Pero no creas que te has salvado. Fuera.– eché a correr, tan distraída que no vi que una pierna ajena a mi cuerpo se enredaba en las mías y me hacía caer. Risas vinieron desde todas direcciones, aturdiéndome. Apenas giré mi cabeza, logré ver su rostro, no era un lujo para darse todos los días, pero hoy lo había visto. Su estúpido y pulcro rostro. Me levanté, ignorando los alumnos que allí se hallaban. La campana sonó para entrar a clases, pero seguí corriendo por el pasillo hasta cruzar la puerta menos llamativa que vi.
Cerré de un portazo y permanecí de espaldas a esta, esperando que pasaran los incordios. Acostumbrada a los murmullos de las salas, el silencio de ésta me impresionó. Era una oficina oscura, plagada de librerías y armarios. Me acerqué a uno de ellos, que contenía varios anuncios antiguos pegados en la puerta: alquiler de dormitorios para estudiantes, una bicicleta en venta, venta de viandas caseras, todos compartían fechas de hace ocho años atrás. Entre todos aquellos anuncios descoloridos, asomaba una esquina negra. Despegué los papeles, uno tras otro, hasta llegar a ese. El cual con letras blancas anunciaba:


Obséquianos tu vida, nosotros la solución.

Calle "Siglo XVIII", casa 13, "The Raven"


- Un anuncio muy extraño, verdad?- la voz grave de mi profesor de arte me sobresaltó. Me giré para verlo, estaba sentado frente al escritorio, fumando tranquilamente de un cigarrillo electrónico. A diferencia de cuando daba clases, estaba relajado, sin ojeras, y hasta parecía tener menos arrugas.

- Profesor, disculpe la osadía de haberme adentrado aquí sin permiso.- incliné mi cabeza. En Daegu, las reverencias eran algo cotidiano.

- Está bien, todos en algún momento han sentido la curiosidad de saber qué hay aquí, hija. Debo admitir que me sorprende, viniendo de ti.- se incorporó, supongo, para acercarse y verme mejor. – Menos mal que has venido, tu ausencia en la biblioteca me estaba preocupando. – Tenía razón, siempre iba allí para estudiar. Y mi profesor siempre estaba, al punto que parecía ya ser parte de la biblioteca, un libro más.

- No fue esa la razón.– Respondí, su ceño arrugado se arrugó un poco más.

- Ah, no? La mayoría de los jóvenes que profanan mi oficina, entran por curiosidad. Claro que no pensaría eso de ti. Pero, por qué?

_ Lo mismo de siempre. Discúlpeme. – reiteré avergonzada. Él ya sabia mis problemas con el grupo de chicos del curso superior. Había sido el primero, y único en percatarse que sufría de acoso, y se interesó en ayudarme.

– No importa, no has cometido ningún delito. Hablando de delitos, ya que es tarde para que entres a clase, ¿Quieres un café?

– ¿Sería tan amable?

Tomé asiento, a estas alturas no iba a cuestionar por qué hacia lo opuesto a enviarme a estudiar, siendo profesor, me esperaba un regaño por su parte, y quizás un llamado de atención.

– Sabes? – comenzó mientras retomaba su lugar en la oficina – tu padre y yo éramos amigos. Veníamos a este mismo colegio, y solíamos escabullirnos aquí o en la biblioteca para saltarnos las clases, fuimos amigos hasta hace muy poco, cuando sucedió...


– Ve, no llegues tarde a tu otra clase- una sonrisa risueña adornó su rostro. Hablamos sobre mi padre hasta que terminó la hora, y me dejó marchar. Por suerte, me firmó una nota que justificaba mi ausencia a la clase.

– Si quieres, puedes llevarte ese anuncio, es el más antiguo que tengo.

– Muchas gracias profesor, pero, ¿No es suyo?

– Ya no tiene uso. Además, si no lo hubieses sacado de su lugar, no me acordaría que existía. – se acercó a la puerta y la abrió para darme paso. – Suerte. Cualquier cosa que suceda, me dices. No estaría de más regalar un par de suspensiones.

Luego que llegué a mi aula, el resto del día fue normal. Almorcé junto a Nao y Mina, amigas cercanas y compañeras de clases. Finalmente me marché hacia mi casa, en el bus, que por suerte pude cogerlo a tiempo.


Una vez en mi casa, realicé la tarea y barrí los pisos, esperé a mi madre, y merendamos juntas. Luego de la cena, me duché y me encerré en mi habitación, decidida a inspeccionar bien aquel anuncio.
Lo único que pude averiguar fue que esa dirección existía, y era una mansión abandonada.
Me fui a dormir, esperando no soñar con un chico atractivo que gritase como una alarma...
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N/a:
Es medio denso el principio, I know, ya se va a poner bueno.
Espero que les haya gustado ~

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⏰ Última actualización: May 18, 2020 ⏰

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