cap 3.- La número doce

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Puede que tenga una adicción, algo que nadie más sabía y prefería que continuara siendo así. Mientras consumía mi gelatina sentía mis mejillas sonrojarse con el delicioso sabor a cereza de esta, con cada bocanada que daba mis papilas gustativas brincaban de alegría, mis dedos revoloteaban felices empuñando la cucharita que llevaba ese delicioso manjar a mi boca.

-¿Puedo pasar? Necesito hablar contigo – mi madre dio unos toques a la puerta interrumpiéndome de mi momento íntimo.

-Estoy ocupado – dije a duras penas tratando de pasar la gelatina de mi boca.

Sentí como la manija de mi puerta comenzó a moverse, indicando que mi madre estaba ignorando lo que le dije e intentaba pasar a mi habitación, sus intentos serían en vano, ya me había asegurado de ponerle seguro a la puerta. Estaba sentado en mi cama apoyando mi espalda en el respaldar, de lo más cómodo y con un gran tazón de gelatina en las manos, para mí esto era como estar en la gloria. Mi madre volvió a tocar la puerta pero esta vez no dijo nada, podía ver por debajo de la puerta una sombra que me indicaba que ella continuaba ahí, me quedé viendo atentamente esa sombra mientras metía otra gran porción de gelatina en mi boca. Luego de unos segundos noté que mi madre se retiró dejándome por fin tranquilo.

No soportaba que tratara de hablarme como si fuéramos íntimos amigos, hace un par de años ella me dejó muy claro eso. Cuando me botó de la casa por ser gay, o un pecador como ella lo decía, no quiso tenerme, ni me quiso dar ni un segundo para conversar. Bueno, ahora las cosas se habían invertido y era yo el que no quería hablar con ella.

Al ver que se me había terminado por completo la gelatina me entristecí, ese era el único momento de debilidad que podía mostrar, cuando me daban mi alimento favorito me comportaba como un niñito de cinco años. Me levanté de la cama y acercándome a la ventana puse el plato vacío sobre la mesa que tenía cerca, me fijé en el reloj de pared y me di cuenta que ya era tarde, tendría que acostarme pronto si quería levantarme mañana temprano. Estaba bajando las persianas cuando lo vi, Damon entraba con unas cajas a la habitación que tenía al frente de la mia, cerré rápidamente las persianas pero un impulso hizo que dejara una pequeña parte abierta para poder ver que hacía, no estaba espiando, solo era curiosidad, antes de que se mudara a la casa del costado esa habitación estaba vacía, excepto por una máquina de correr que usaba su madre, ahora esa máquina ya no se encontraba ahí, en vez de eso había una cama y un escritorio. ¿Acaso esa será la nueva habitación de Damon?. Me quedé observándolo, traía puesto una camisa a medio abotonar que hacía que se le viera a duras penas sus pectorales y un pantalón buzo que le quedaba algo suelto. Él, sin percatarse que yo lo observaba desde la habitación del frente, comenzó a sacar las cosas de su caja que en la mayoría eran libros, uno a uno los iba acomodando en el aparador que estaba al lado de su cama. Debo admitir que se veía sexy cargando esos pesados libros. Damon terminó de sacar las cosas de su caja y se quedó quieto por un instante, como si hubiera oído algo que lo perturbaba, empezó a mover su cabeza de un lado a otro, como buscando algo y de manera sorpresiva volteó a ver mi casa, quedé paralizado, sin poder moverme, lentamente cerré el resto de la persiana tratando de ser lo más sutil posible y dando pasos hacia atrás llegué a mi cama, mentiría si dijera que no me había asustado con su mirada, pero era imposible que me haya visto, fui muy precavido en eso.

Fui directo a apagar la luz de mi dormitorio y tanteando en la oscuridad me eché en mi cama para dormirme, no era necesario poner mi alarma, mi cuerpo era como un despertador natural, todos los días me levantaba a la misma hora, listo para ir a clases. Agarré mi móvil y vi mis contactos, no tenía muchos, solo a mi madre, mi padre, Jeremy, mi prima y Damon, sonreí al ver su nombre, nunca hubiera imaginado tener el número de alguien a quien acababa de conocer de solo un día. Ahora mi habitación estaba frente a la suya y no entendía porqué eso me provocaba un cosquilleo placentero en el estómago. Intenté apagar mi teléfono pero de casualidad marqué un número, podía escuchar como timbraba y mi cuerpo se estremeció por completo al darme cuenta que el número que había marcado era el de Damon, torpemente traté de cancelar la llamada, pero mis manos hacía que el móvil se me resbalara, parecía como si fuera un jabón mojado. Después de varios segundos logré colgar y me sentí tan idiota por haberle marcado. Me mordí el labio superior, como suelo hacer cuando me doy cuenta que cometí una estupidez, me eché en la cama y puse una almohada sobre mi cabeza tratando que así se me olvidara la torpeza que acababa de cometer, no funcionó, lo único que logré con eso fue ahogarme, cuando sentí que el aire ya no llegaba a mis pulmones dejé la almohada a un lado y me eché boca arriba. Ya estaba tranquilizándome cuando mi móvil comenzó a sonar, la melodía de mi teléfono resonaba en toda mi habitación, desesperado lo cogí y vi el nombre de Damon en la pantalla. Decir que mi alma abandonó mi cuerpo es poco, estaba totalmente avergonzado. Tenía dos opciones, o le contestaba y le explicaba que fue un error lo de la llamada o dejaba el teléfono sonar hasta que se cansara de llamar. Obviamente hice la tercera opción, apagué el teléfono y me olvidé de todo el asunto. Dejaría que el Luciano del futuro se preocupe por este tema, pensando en eso me quedé dormido.

Mi lista personal  (gay/yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora