Hola, vecino... ¿Tienes sal?

Capítulo 1.

Cuando mi padre se mudó a Londres quería por todos los medios irme con él. Tenía ganas ya de salir de España pero, sin embargo, ellos decidieron que sería mejor que me quedase aquí, con mi madre, para terminar el último año de instituto. Si lograba unas buenas notas podría ir en vacaciones con mi padre, a Londres. Siempre he querido ir...

Desde que se fue le echo de menos. Y mamá, aunque ya no sea su marido, sé que también. Es duro ser hija única y, además, con padres separados. Aunque tiene sus ventajas, claro. Por ejemplo, tengo más regalos en Navidad. 

Hoy he soñado que me iba. Me iba y no volvía. Y que no echaba de menos España. Ni a mi madre. Luego me desperté y he pensado que sería horrible no echar de menos nada.

Para variar me he despertado con el pelo alborotado y se me ha vuelto a perder un calcetín entre las sábanas. Siempre me pasa. Calzo mis zapatillas y escucho voces nuevas. Y no, no estoy loca -o eso quiero creer-.

Las voces vienen del pasillo. Me asomo furtivamente y veo como mi madre habla entretenida con un chaval alto, moreno de pelo ligeramente despeinado y vestido con una sudadera gris conjuntado con sus pantalones negros y zapatos deportivos. No le veo la cara: está de espaldas.

Mi madre se percata de mi presencia y me sonríe.

-Ven, Abbie.

En ese momento se gira y me escruta con una mirada azul, intensa y penetrante. Madre mía. Es guapísimo. Pensaba que los tíos así sólo existían en las películas. 

Aparto la vista de él y me miro a mi misma. Mierda. ¿En qué momento decidí que ponerse un pijama de vacas ridículo sería buena idea? 

Mi madre me hace un gesto con la mano para que vaya... Y yo no quiero parecer maleducada.

Me acerco un poco avergonzada y apenas consigo decir palabra.

-Hola... -murmuro con una voz casi inaudible.

-Hola -me sonríe. No puedo apartar la mirada de su dentadura blanca, perfecta e impecable. A medida que lo observo me parece aún más guapo-. Me llamo Alex, soy tu nuevo vecino.