III

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Las manos suaves y frías como el mármol acariciaron sus mejillas, haciéndole sonreír, reconociendo de inmediato aquel toque e inclinándose hacia adelante, buscando más. Aquellas caricias pronto se deslizaron hasta su cuello, ejerciendo una muy ligera presión, como otorgándole un masaje.

Nada más lejos de la realidad, MinHo era consciente que lo que buscaba no era darle un placentero masaje, sino encontrar la vena más gruesa que corría bajo su piel. No le asustaba, estaba acostumbrado a ello. Las repentinas mordidas, ya sea al despertar o al hacer el amor, era algo que se había hecho habitual y que incluso llegaba a extrañar cuando su compañero no estaba cerca.

— MinHo... Es hora de despertar. — Escuchó en su oído, mientras las manos se alejaban de su cuerpo y él se removía, desesperado por sentir aquel toque nuevamente en su piel.

Jadeando como si hubiera corrido un maratón, MinHo se sentó en el mullido colchón, observando a su alrededor, confundido por un momento. Aquella no era su habitación. Esa no era su cama y definitivamente, su ventana no daba a un hermoso y antiguo balcón.

Se incorporó de a poco, asomándose por el gran ventanal que llevaba al balcón, sintiendo un escalofrío recorrerle en cuanto la brisa otoñal golpeó contra su piel, haciéndole retroceder de nueva cuenta al interior de la habitación.

— No deberías salir así, hace frío. — Aquel susurro le sobresaltó. Aún asustado, volteó para ver a quién había logrado irrumpir en su habitación (cuya puerta recordaba, había cerrado con llave), encontrándose con un par de ojos color carmesí que, de algún modo u otro, estaba seguro que conocía.

— Tuve una pesadilla... Necesitaba aire. — Respondió, en voz sumamente baja, extrañamente convencido de que el contrario le escucharía.

El hombre sólo asintió con la cabeza, acercándose un poco más a MinHo, quién no perdió detalle de su hermoso rostro. Parecía de porcelana. Tan pulcro, se veía tan suave y sus rasgos eran tan finos... Se parecía ligeramente a Sodam. De repente, MinHo se preguntó si existía algún parentesco entre ellos. Pero esos pensamientos se desvanecieron cuando en un rápido pero aún así suave movimiento, una mano se posó en su mejilla.

Sus ojos se cerraron por inercia y aquel sueño volvió a su mente. La mano fría y suave, los ojos rojos como un par de rubíes, el cariño en aquella mirada. El cabello rubio, largo, recogido en una media coleta y el hombre frente a él... Era como estar metido dentro de aquel sueño, pero en la realidad.

De repente comenzó a sentirse adormilado, pero no tuvo miedo. La suave voz tarareaba en su oído, mientras le ayudaba a acomodarse nuevamente en la cama, cubriéndole con las mantas y dejando una última caricia en sus cabellos. Escuchó la puerta cerrarse suavemente, antes de volver a caer en aquel sueño profundo, donde sus mejillas eran acariciadas por una amante desconocido.

~*~

— ¿Que hacías ahí? — JongHyun juró que si su corazón aún pudiera latir, le habría dado un infarto. El salto que pegó se asemejaba al de los gatos, incluso creía haberse retorcido un poco en el aire mientras escuchaba la escandalosa risa de su hermana.

— ¿Que haces tú aquí? — Preguntó, una vez que estuvo más calmado, apoyando una mano en su pecho por pura inercia, soltando un suspiro.

— Bueno, no estabas en tu habitación, ni en el jardín... Asi que asumí que estarías aquí. — Respondió la joven, encogiéndose ligeramente de hombros, los cuales se marcaron de forma leve bajo aquella bata de seda. Había sido el regalo que él mismo le había dado, cuando Sodam había contraído matrimonio con JinKi.

어두운 마음 [HoHyun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora