Capítulo 4

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Mejor no tiento al Demonio —pensé, mientras buscaba mi celular.

Eran las 18:50 y aún nadie llegaba.

En mi celular abrí la casilla de mensajes y revisé. 

Nada.

Siguiendo un impulso poco sano, escribí su nombre.

"Vicente"

La parte superior indicaba: "Conectado hace una hora".

¡Hola! ¿Cómo ha estado la U? ¿Ya empezaste clases? —escribí.

Y de inmediato borré. «Qué estúpido suena»

 «Qué estúpido suena»

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Ese sí lo envié. Y me arrepentí dos segundos después, cuando leí "En línea" "Escribiendo...".

Rápido, apagué la pantalla y giré el celular sobre la mesa. El corazón me saltaba agitado dentro del pecho.

«¡No! ¡Qué hiciste Dana!»

Pero quería que respondiera, tenía unos intensos deseos de que respondiera, quería saber que aún respondería, pero deseaba al mismo tiempo que algo lo detuviera, pero que ese algo no fuera él mismo. Que fuera algo externo a él. No sé si se entiende.

Ni yo me entiendo.

El celular vibró sobre la mesa muy fuerte. Lo sentí por toda la sala vacía.
Apreté los ojos, como si ese gesto lo pudiera desaparecer.

Lo giré de nuevo y lo dejé sobre la mesa. Mis dedos estaban helados, todo mi cuerpo estaba helado.

Apreté el botón central y miré de reojo.

Apreté el botón central y miré de reojo

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Me quedó claro.

Me quedó claro

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Le dicen El DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora