La chica de la estación

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El día en la escuela habia sido horrible, de hecho, todos los días eran iguales, solitaria, sin amigos, Roro se habia acostumbrado a vivir de esa manera toda su vida, la gente simplemente la apartaba por su personalidad, todos decian que era muy intensa.

- Que se vallan al carajo esos idiotas!, me da igual lo que piensen- dijo en voz baja mientras caminaba hacia la estación.

Ese día la habian molestado más de lo usual, pero eso ya no le importaba, antes quizas si, pero ahora ya no más, le daba igual que los chicos le tiraran papeles y las chicas se burlaran, no los necesitaba, eso se repetia constantemente en su cabeza mientras seguia caminando.

Cuando dislumbró la entrada de la estación luego de girar en la esquina de siempre, comenzó a correr con mucha prisa, era la rutina de todos los días, se salteaba los semaforos, no iba a esperar a que se pusieran verdes para cruzar, esquivaba un auto, esquivaba otro, sorteaba una bicicleta , ignoraba las bocinas y se reía al mismo tiempo, cada ves más a prisa, entró en la estación, saltó las escaleras de dos en dos y sin mirar a los costados saltó de un lado a otro de las vías.

El tren le rozó la mochila y continuó su camino como una bala en el horizonte, podria simplemente haberla destrozado como si nada de haber saltado un segundo después, pero no lo hizo asique no importaba, aveces el tren pasaba más cerca, aveces más lejos, se sentía la reina del mundo, nada podía detenerla.

El viento producido por los trenes al pasar le daba un poco de frio, la falda del colegio no era muy calida que digamos, cruzó la via de enfrente y subió a la parte superior por donde la gente caminaba, se detuvo un momento a mirar a todo el mundo, Roro los veía tan concentrados en sus asuntos que pensó que eran zombies, zombies idiotas, ellos también la ignoraban como los estupidos de su colegio. Terminó de mirarlos y decidió tener una mejor vista, Comenzó a correr nuevamente subiendo las escaleras hacia la superficie. La ciudad de Tokio se extendia hacia todos lados con muchas personas llendo y viniendo, pero ella queria ir solo a un lado, cruzaba las calles corriendo y sin mirar, se dirigió a uno de los tantos edificios públicos de Tokio, subió hasta el decimo piso, ella conocia bien ese lugar, habia una terraza donde la gente salia a fumar, miró que no hubiera nadie y luego se subió a la baranda y se sentó con los pies colgando hacia el infinito. La brisa le alborotaba el cabello y se sentía libre, siempre sintió una extraña atracción por las alturas, la gente se veía como hormigas desde ahí arriba.

-Hormigas, eso es lo que són, mirenme, mirenme, soy la reina- decia mientras golpeaba con los pies el borde.

Usualmente se quedaba una hora ahi sentada, aveces dos, sus padres no volvian hasta tarde, ellos pagaban la escuela, las clases de piano y la alimentaban pero no le prestaban mucha atención, nunca estaba cuando los necesitaba, se sentia solitaria en este mundo, al fin de cuentas: cuando bajaba de ese edificio, cuando seguia las reglas y caminaba a de regreso a su casa, era una hormiga más.

Play a song for me Roro-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora