Capítulo 1 - La llegada al cielo

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- ¿Dónde estoy? ¿Que fué lo que pasó?

Estaba allí, sentado sobre lo que parecía un interminable suelo de nubes, no recuerdo como es que llegué aquí ni que pasó ayer, la verdad es que no recuerdo nada...

- Por aquí! - Dijo una voz retumbante que hizo eco en todo el paisaje.

Seguí aquella voz, luego de caminar un poco, se podía ver un anciano sentado con un escritorio al frente, atrás habia unas gigantescas puertas doradas cerradas con un candado de lo que parecia ser titanio.

Me acerqué y el anciano me miró por unos segundos...

- Así que Exequiel eh? Veamos que tal.- el anciano sacó un libro abominable, lo abrió y revisó las paginas por unos momentos.

- ¿Donde estoy?- Pregunté con algo de temor

- Mmmm... interesante...- el anciando continuó hojeando ignorando mi pregunta, después de unos momentos, respondió: - Exequiel, has fallecido, estas en las puertas del cielo y según lo que veo, has llevado una vida pura y sincera.

Un shock de recuerdos se apoderó de mi mente, no lo podía creer, ¿de verdad habia llegado mi hora? No padecia ninguna enfermedad y era joven, ¿que habia pasado?, un accidente... no había alternativa.

- Creo que eres apto- dijo el anciano mientras sacaba una llave que parecia la correspondiente al candado.

Este anciano era San Pedro, yo había sido juzgado para el reino de los cielos, la puerta se abrió y una luz cegante me obligó a cubrirme de ella.

Abrí los ojos, estaba en un gigantesco prado donde el los cálidos rayos del sol daban paz a todo aquel que permanecía allí.

Un hombre se acercó a mi y me tomo del hombro con una sonrisa en su rostro, era él, era Dios.

- Hola! Te estaba esperando.- dijo Dios.

- Eres tú! Encantado, soy Ezequiel.- dije muy alegre.

- Lo sé, te conozco mejor que cualquiera, y por ello quería proponerte algo.- dijo Dios con una voz suave y cariñosa.

Dios me habló de una legión, una legión de ángeles que salvaban niños que necesitaban ayuda.

Me propuso formar parte de ella y acepté, debía salvar un niño, Diego, el diablo se estaba apoderando de su vida.

De repente, dos luminosas alas blancas surgieron de mi espalda, empuñé una espada plateada que apareció de un haz de luz y una armadura cubrio mi cuerpo como si nunca se soltaría.

Mi misión es salvar una vida, una persona, un alma... ¿Podré lograrlo?

5 días para salvar un niñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora