Injuria

¡Mío!

Descargo de responsabilidad;
Yo ya he cumplido con darte las advertencias. Si tú no quieres hacer caso a ellas y a pesar de no gustarte leer esta clase de contenido, lo lees. No me hago responsable de tus quejas, y me guardo el derecho de ignorar comentarios que no me gusten.

Mira, voy a dejarlo simple. Yo no soy tu niñera, y así como no puedo obligarte a no leer, tampoco puedo obligarte a hacerlo. LEES ESTO PORQUE ES TU DECISIÓN. Y yo lo he escrito por las mismas razones uwu.

Así pues, aquí estamos. Ya no diré más al respecto porque es un tema que me cansa bastante. Entonces, si has decidido continuar, solo déjame decirte que hay más toxicidad de donde salió esto ¡jajaaa! 🤣🤣🤣. He tenido planes para historias de estos dos desde hace años y solo hasta ahora (sin relación a mi gusto por joder a los políticamente correctos con personajes de FICCIÓN 😚) me animé a hacer algo con ellos.

Todo listo entonces, espero te guste, es una recopilación más, sí, pero eso a penas dice nada. Me esforzaré por tener pronto una buena trama para hacer un OS, pero por ahora, esto es lo que hay 😊. Ok, ya...

* * *

I

Sebastian Moran lo supo nada más verlo. Aquel hombre se volvería tarde o temprano en su perdición. Su adicción. Su furia. Su muerte.

Su vida.

Entendió pronto que no hallaría razones verdaderas para rechazar cada oscuro deseo. Sin saberlo ya estaba entre sus manos. Rendido y sin ofrecer pelea, ni intentar escapar o pensar en cada por qué. Tan fácil como aceptar la muerte, tan sencillo como rendirse a la vida solo para andar sobre un día tras otro.

Convertido en su títere, su muñeca, su juguete favorito. A James Moriarty se había rendido y a su utilidad solo fue cuestión de tiempo para encontrar la falta de sentido cualquier vulgar título que tuviera para darle. No era su amigo, su compañero, su esclavo, su amante. Era mucho más.

Lo era todo.

Su razón para continuar, para respirar y vivir. Sobrevivir. Avanzar, correr, matar, tenía cada orden por título y firma el nombre hecho carne, sangre y ambición; Moriarty. Rendido y sin ofrecer pelea, Moran se había entregado, caído entre sus manos, subyugado a sus encantos. Convertido en un sirviente devoto, nada más que un medio para llegar a un fin. El término más conveniente para él.

Ven a mí.

Amenaza por mí.

Mata por mí.

Hazme correr.

Y sin dudar, sin fallar, sin hacer preguntas, lo haría. Vertiría en cada tarea la más afinada de sus habilidades, rompería huesos, quebrantaría almas y voluntades, arrebataría vidas... usaría la boca. Sin dudar, sin fallar, sin hacer preguntas. Por él, para él, de él. Solo había sido cuestión de tiempo; menos de un año, menos de un mes, quizá un día, tal vez un par de segundos, una mirada para saber a su piel marcada por ese hombre.

Siendo atraído por el rugir de un tigre enemigo, se encontró convertido en la presa de un ser aun más fuerte y voraz. Como la hembra implorando aun más ante el dolor y el sufrir entregado por su compañero, se vio anhelando, deseando todo de él. De su aura magnífica, embriagadora, de su voz y de su cuerpo.

Todavía no encontraba razones para arrepentirse. Dudaba hacerlo algún día. ¿Cuál sería la razón para marchar? Cuando el hombre ya tenía todo de él, solo bajo sus órdenes partiría. Pero se sabía aún útil, mientras sirviera a sus propósitos, incluso si quedara al rezago y no hubiera para él más tareas que mantener el calor en su cama, lo haría. Porque a él entregaba más que su talento.