Día 5: Cocinando.
. . . .‿‿‿๑❀๑‿‿‿ . . . .Al día siguiente, los dos acordaron en encontrarse en el club de cocina de la Academia Kakome. Ahora que los dos tenían un lazo más fuerte, querían probar algo distinto que los divierta a los dos; aunque fuera la idea de Mitsuba, después de todo, Kou le prometió estar siempre para él. Con tan solo pensar en la tarde de ayer se estremecía un poco; no quería recordar el estrés de no saber cómo ayudar a su querido compañero. Pero se sentía satisfecho, hizo lo posible para que se diera cuenta que tenía su amistad.
Estaba ansioso; no sabía qué iba a pasar hoy con el chico. ¿Por qué pensar en eso lo ponía nervioso?
Caminó directo hacia la entrada del club, y un peso encima casi lo hace caer al suelo, era Mitsuba que saltó a abrazarlo para saludarlo. Como reacción, Kou soltó un quejido e hizo lo posible para mantenerse de pie.
Mitsuba se separó y alegre lo saludó. —¡Kou-kun! Llegaste un poco tarde. ¿Estás listo para ser un desastre en la cocina?
—¿Yo? —Se señaló a sí mismo y rió.— Para que sepas, soy bueno cocinando.
—Oh... —Dijo apenado Mitsuba.— Quería que los dos no sepamos para que sea un poco más divertido... —Posicionó sus dedos en su barbilla para hacer un gesto pensativo.— Al menos la comida que haremos sabrá bueno. ¿Tienes algo en mente?
—Tengo una idea.
—MIERDA MITSUBA TE DIJE QUE TE ENCARGARAS DEL HORNO.
—NO PUEDO HACER DOS COSAS A LA VEZ COMO TÚ, PENDEJO.
Defenitivamente, era un desastre. Mitsuba apagó el horno y al abrirlo salió un olor a quemado que invadió toda la habitación, como consecuencia comenzó a toser.
Kou al darse cuenta de ello, rápidamente buscó la manera de abrir una ventana o en minutos morirían sin oxígeno. Agotados, se sentaron en el suelo para pensar en el desorden de día que fue hoy; Kou se tocaba la cabeza para pensar en una solución y el otro suspiró apenado. Después, Mitsuba vio al rubio que estaba molesto y decidió dirigirle la palabra.
—Kou-kun... ¿Qué haremos con la lasagna quemada?
—No lo sé. —Contestó en corto.— Ni siquiera pensé que no ibas a seguir mis pasos.
—¿¡Cómo querías que lo hiciera!? —Mitsuba se exaltó y se levantó.— ¡Las cosas que me decías eran demasiado rápidas para mí! ¿Quién se encarga de lavar platos y a la vez verificar un horno? —Habló indignado y el rubio lo miró cínicamente.