I - Nuevo comienzo

298 8 4
                                    

Esta noche será Nochebuena y mis ganas de celebrarlo con cualquier persona son nulas. Me llamo Xavier, tengo veinte años, cumplidos en agosto, huérfano desde los diez años, vivo compartiendo piso con dos personas, Lime y Alejandro. Lime es la mayor de la casa, tiene veintitrés años mientras que Alejandro tiene la misma edad que yo. 

No debería de contar esto porque, a parte de ser la vida privada de mis compañeros, seguro que entre ellos dos me matarían pero Lime fue expulsada de su casa a los dieciocho años por quedarse embarazada. Dió luz a una niña que al final dió en adopción porque no estaba preparada para cuidar de ella y aparte de no tener la economía necesaria. El caso de Alejandro es más duro, él siempre sufría maltrato por su padre, es más, su padre maltrataba tanto a él como a su madre. Un día, su madre se largó de casa y nunca más se supo de ella. Alejandro, al no querer ver a su padre entre rejas, siguió los pasos de su madre y decidió hacer las maletas y alejarse de aquel demonio. Antes de que se fuera la madre de Alejandro, ésta le escribió una carta de la cual Alejandro nunca me quiso hablar. 

Lime dejó sus estudios para empezar a trabajar y poder pagar el piso en el que actualmente vivimos nosotros tres. Yo acabé los estudios este año y ahora trabajo de camarero en un restaurante que se llena todas las noches, todos los malditos días. Muy agotador. Alejandro es el único que sigue con sus estudios. Está haciendo la carrera de ciencias políticas pero a su misma vez, trabaja en una panadería después de sus clases y se está sacando el carnet de conducir. Cómo véis cada persona de este piso se está esforzando mucho por mantenerse.

La alarma de mi móvil sonó a las nueve y media de la mañana para avisar de que debo prepararme para irme a trabajar. Por suerte, solo trabajo hasta las siete porque le pedí a mi jefe que me dejara la tarde libre para poder cenar con mis compañeros. Le ha costado decir que sí, pero hicimos un acuerdo: que me deje la tarde libre y me quite un diez por ciento de mi salario mensual. 

No tengo ni ganas de levantarme de la cama pero lo tengo que hacer poque ese diez por ciento acabará siendo un veinte por ciento menos de mi salario. Me levanto de la cama y subo las persianas de mi habitación. Asco de sol, ¿por qué en este mismo instante no hay nubes grises? Uhg. Me dirijo hacia el baño y empiezo a ducharme. De repente, alguien toca la puerta del baño.

―¡Xavi, date prisa, cojones! ¡Quiero cagar! ―ese es Alejandro, el más cortés de la casa.

―¡Haberte despertado antes! ¡Ahora te aguantas! ¡Vete a plantar el pino a otra parte! ―grité mientras me ponía champú en la cabeza.

Al terminar de ducharme, me puse la toalla en la cintura y salí del baño. Alejandro entró rápidamente al baño y cerró la puerta de manera brusca.

―No te olvides de echar el ambientador.


Me dirigí a mi habitación y guardé mi uniforme en mi bandolera. Me puse lo que siempre llevaba de camino al trabajo: una camiseta simple de cualquier color, esta vez roja. Una chaqueta de poliuretano, unos vaqueros, unos botines y una bufanda a cuadros de color blanco y negro. Sí, algo elegante, pero, ¿y si ligo con ello? Por si las moscas, ¿no? Me eché el perfume que siempre me ponía todos los días. Antes de irme a la cocina a hacer mi desayuno vi la única fotografía que tengo con mi fallecida pareja en un marco de fotos encima de mi mesa de estudio. Nunca supe lo que era el amor, solo sabía su definición pero nunca supe llevarlo a la práctica, hasta que le conocí. 

Perdió la vida en la madrugada del veinticinco de diciembre por su miocardiopatía dilatada. Era la persona más débil pero la más fuerte que había visto y estado conmigo. 

Pluma negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora