Capítulo 44. Forgiveness liberates the soul

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Madrid 2015

- No puedo, no puedo más... sólo quiero que todo termine... quiero irme... - protesta ahogada en llanto.

- Pero, ¿a dónde vas ir, Natalia? – contesta María que está haciendo todo lo posible por conseguir que su amiga camine hasta el coche con dudosos resultados.

- Ya estoy cansada... quiero volver a casa... - contesta de forma casi inentendible la morena.

- Pues eso es lo que intento, joder, ¿puedes echarme una mano? – se queja la otra a la que la altura de su amiga le está viniendo fatal para intentar mantenerla en vertical.

- ¡No!... – la navarra se frena en seco, necesitando dar un par de pasos de más para estabilizarse – no quiero volver a ese... a ese... a esa cueva... quiero irme a casa...

- Esa es la única casa que tienes por ahora, Nat – le explica la rubia, que cree saber hacia dónde va la conversación.

- No... - dice, ahora intentando controlar las lágrimas – quiero volver a casa... con Alba...

- Bueno, ya estamos de nuevo... - suspira la madrileña intentando no hacerla sufrir más de lo que ya lo hacía – Natalia, ¿cómo vas a irte a buscar a Alba con la moña que llevas encima?, ¿qué es lo que te has tomado?

- ¿Qué no me he tomado? – responde bufando mientras niega con la cabeza.

- Joder, un día nos vas a dar un susto de verdad, tía, ¿qué te ha pasado en la cara? – pregunta acercándose a acariciar con cuidado el pómulo de su amiga, en el que se puede ver una herida reseca.

- Me he caído... - explica con una sonrisa – sobre el puño de un gilipollas.

- Pero tía... tienes que dejar de hacerte esto, Nat, vas a matarte – protesta la rubia.

- Igual es lo mejor, Mari... nadie va a echarme de menos – susurra, aparentando una sobriedad que no parecer tener.

- ¡Mira, déjate de mierdas, ¿eh?! – por primera vez en toda la conversación, la madrileña parece enfadada – di una gilipollez de esas una vez más y te juro que el resto de la cara te la echo abajo yo misma.

- ... Perdóname... - suplica buscando los ojos de su amiga, entornando los suyos para intentar enfocarla – perdóname, Mari... es que la echo tanto de menos...

En un acto reflejo, Natalia se lleva la mano al bolsillo del pantalón, buscando su cartera. Al no encontrarla, revisa el resto de los bolsillos en los que puede haberla guardado, y mientras va comprobando que no está, va aumentando su nerviosismo.

- La cartera.... – exclama mientras repasa de nuevo cada prenda – joder, Mari, la cartera, que no está... ¡Joder, joder!... ¡mi cartera!

- Pero... tía, ya está mañana vamos a comisaria a... - intenta calmarla la otra a la que se le escurre entre las manos, para salir corriendo de nuevo hacia el local del que la había sacado hacía un rato

- ¡Mi anillo!... ¡mi anillo, Mari! – grita golpeando la puerta del local con los puños - ¡Abrid!.... ¡abrid, joder, que me dejado la cartera!

- Natalia... Natalia, tía, que ya se han ido – la intenta calmar la otra – además, con la que has liado ahí dentro mejor vengo yo mañana a buscarla.

- No, no, Mari, mi anillo está dentro de la cartera, no puedo perderlo... - explica, colocándose el pelo nerviosa – y la foto... Dios... la foto...

Desde que María podía recordar, Natalia había llevado aquel anillo de juguete destrozado en la cartera, de hecho, normalmente era lo que tenían que quitarle de la mano cuando caía rendida por el alcohol y África o ella tenían que acostarla.

To And Fro | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora