Passiflora

158 46 50
                                    

El timbre resonó en nuestra casa, sabía que no podías ser tú y aún así me atreví a abrir la puerta. Allí estaba la mujer de la cual sentiste celos, algo me decía que no la dejará pasar que te ibas a enojar, pero me sentía tan sola, quería hablar con alguien como antes solía hacerlo.

Ella era cálida, su plática era entretenida y se podía ver que era una buena amiga.

—Alison, realmente fue un placer volver a hablar contigo, pero si sigo así llegaré tarde al trabajo.

Me ofrecí llevarla hasta la puerta y que sorpresa fue verte allí con las llaves en las manos, sonreiste con dulzura y saludaste a esa mujer, pero podía ver que a través de esa sonrisa se escondía toda tu ira, por unos cuantos segundos te presentaste amable y diste un pequeño beso en mi mejilla.

Ambas nos despedimos, y al cerrar la puerta ni siquiera te lo pensaste dos veces antes de lanzar el primer golpe, fue tan fuerte que me hizo perder el sentido. Te escuché gritar y arrojar cosas al suelo, estabas iracunda, y no sabía que hacer para poder calmarte.

—¡En mi propia casa me engañas zorra!

Sostuvo tan fuerte mi cabello que por un momento pensé que iba a romperlo desde la raíz, no luche para que me soltará, sabía que lo merecía al desobedecer sus reglas.

Mi cara impacto con la pared de la sala, haciendo que la sangre empapase mi ropa y el suelo, un gimoteo de dolor escapó de mi laringe, desgarrando mi garganta. Dolía, dolía como el jodido infierno.

Pero aún así no te detuviste, parecía que mi dolor te insentivaba a ello, me pateaste hasta que mis costillas crujieron, como si esto para ti fuera un caramelo.

Te rogue por piedad, que te detuvieras al menos para dejarme recobrar el aire y el sentido. Pero sólo reíste, reíste tan fuerte que quebraste mis tímpanos. Mis manos sujetaron las tuyas, pero sólo ardiste en cólera y me arrastraste por toda la casa como si mi cuerpo fuera un trofeo de exhibición.

¿Acaso este era tu amor? Se sentía tan fácil para ti destruirme a tú antojo, una marioneta la cual podrías mover los hilos una y otra y otra vez

Pero mi cabeza sólo repetía "por qué" simplemente no lo entendía, mi cuerpo pesaba como si tuviera piedras amarradas a las piernas y me arrojarán al océano muerto. Estás paredes escondían mis risas, cómo también mis gritos de auxilio. Me he marchitado, que irónico, estoy tan seca que mis petalos se desprenden con facilidad, y me deshago como polvo en unos dedos inexpertos.

¿Lo estás disfrutando? Se ve que lo haces mientras pones tus pies en mi tórax y fumas un cigarrillo. Allí veo tu sonrisa, una sonrisa que no veré más.

Me asfixió y nada sale de mi boca, mis ojos se pierden y sólo quedan cuencas vacías ¿Este es el fin?

¿He muerto?

El asesinato de las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora