sui genéris.

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advertencia: contenido sensible. 








Hay tres cosas que debes saber sobre este chico, pero solo voy a contarte dos y un cuarto.

La has visto a pesar de que suele usar más su mano izquierda para no acojonar a los demás o incitarlos a que le cuestionen que cosa tan caótica le ha pasado en esa carne aporreada. Su suerte es así de increíble, que el bastardo nació ambidiestro.

Tiene el dedo índice y cordial más cortos que los tuyos y los míos.

Si lo ves usar su mano derecha, te percatarás, con inquietud y fascinación, que los retuerce intentando atronárselos. Taehyung puede hacerlo a pesar de que le ha costado recuperar la sensibilidad, pero no lo hace seguido porque, cuando el dolor le pone adusto el entrecejo y la ansiedad le escabulle la mano al bolsillo trasero del pantalón en busca de un poco de codeína, dice, entre apenado y nostálgico, que extraña la indiferencia pero no es un tonto presuntuoso como para aparentar que no le duele.

Él me menciono que había perdido la mitad de los dedos porque el padre de su ex novia le había soltado el Rottweiler encima mientras paseaba tranquilo por la acera frente a su porche. El perro con el lomo robusto cubierto de pelaje trigueño, le había cogido la mano con empeño de un mordisco. Taehyung había retrocedido por instinto, y el perro reacciono incrustando las garras en la tierra para estirar hacía atrás. Le dejo las uñas desgarradas y los falanges expuestos. No había aflojado la mandíbula hasta que Taehyung cayó sobre su trasero en la acera. El perro lo soltó relamiéndose los dientes con espumarajo sólo porque estaba mudo y no se movía. Se miró la derecha, y los nudillos le habían parecido grotescos y desconocidos entre la carne sanguinolenta que colgaba. El morbo no le había permitido ver hacia otro lado que no reparó en que su ex novia, con su mono de pana raído manchado de zacate, y la coleta alta enmarañada, estaba a su lado horrorizada e incrédula.

Pero, irónicamente, Taehyung no dejo a la novia a pesar de la mano destrozada, fue la novia quien lo dejo a él. Ella le había dicho, entre las pestañas pegajosas y las mejillas rubicundas mohosas de tierra, que era cierto que era el hombre más atractivo con el que se había acostado, y seguro que sus hijos serían hermosos y talentosos, pero no podía seguir con alguien con dos dedos más cortos que los tuyos y los míos.

Yo le dije que era cierto, el padre era un bastardo por hacerle aquello, mientras le miraba hipnótico los dedos pequeños arrugados y rosados, desentonando con la piel mortecina del resto de la mano. Le di un cigarrillo al pobre ansioso.

Taehyung no fumaba porque decía que no podía ser adicto a tres cosas al mismo tiempo si quería llegar a los cuarenta, pero esa noche se lo fumó como si él me hubiera ofrecido el cigarrillo, y me pidió otro que ni se acabó. Nos quedamos en silencio un buen rato recordando la pérdida hasta que se puso caótico. Nos dimos un beso pegajoso en la mejilla helada y encaminamos la ruta calle abajo en dirección a la casa de Kristen, dando torpes pasos por la acera. El olor a madera mojada y colonia me llegaba más fuerte por ratos e inconcusamente me acercaba a su cuello vigoroso buscando ese acogedor y atractivo aroma. El me usaba de apoyo para caminar mejor. No podía coordinar los pasos correctamente y me costaba más vocalizar con su peso encima, pero yo no le decía nada porque me acariciaba la parte trasera de la cabeza y de vez en cuando rastrillaba los dedos sobre mi nuca.

Ambos sabíamos que no era así. A los dedos de Taehyung los habían decapitado en un accidente más común.

El solía hacer objetos de decoración en madera, metal y acrílico, que vendía en la página web que hizo de otra página web que le pasé. Iba desde ornamentos a productos estrictamente prácticos que se vendían esporádicamente pero a un buen precio. Taehyung era guapo y su estética bizarra, y por algún motivo igual de inmoral a la gente le alucinan los artistas perturbados pero bien parecidos. Había construido un taller en el garaje de su casa, del que la mayor parte del día procedía un olor que quedaba atrapado entre metal soldado y esmalte acrílico, junto a un traqueteo de las máquinas de cortar, perforar, soldar y pulir. Sólo Ronny el Rottweiler sabe qué cosas se hacían ahí dentro.

hueles a sueño y lágrimas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora