Capítulo I

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La lluvia no dejaba de caer. Desde varios kilómetros a lo lejos había observado cómo un grupo de nubes negras y densas rodeaba al pueblo, descargando sobre él toneladas de lluvia. Era como si la lluvia siempre fuera eterna en aquel lugar. Un escalofrío recorrió mi espalda. Resultaba tan tétrico...

Las muertes tampoco ayudaban a calmarme. Había investigado innumerables casos desde que empecé como detective privado, pero nunca uno tal de aquella envergadura. Casi siempre solían ser novios celosos, o ajustes de cuenta entre yonkis por las drogas, hasta que resolví un caso por apuñalamiento en tan sólo tres días, cuando la policía llevaba buscando a aquel asesino durante años. Hice un contacto dentro del cuerpo de policía, y aquél fue quien me llamó. Homicidio múltiple, quizá asesinatos en serie, en un pueblo alejado del cual casi se perdía la jurisdicción. Ni siquiera la prensa sabía de ello. Requería mucha discreción. Yo mantendría la boca cerrada mientras me pagasen bien. Mi modus operandi se basaba en observar todos los detalles del escenario del crimen, accesos incluidos, interrogar a cualquier sospechoso, y enlazar las pistas que consiguiera. Como cualquier detective, ¿verdad? Con la diferencia de que yo me esforzaba en los detalles. Tenía una especie de don para averiguar si alguien me mentía o no, y carecía de escrúpulos a la hora de ser rudo o tierno, irrumpir a la fuerza en algún sitio o hacerlo con sigilo. Era cabezón, y hasta no conseguir lo que me proponía, no paraba.

Pero perseguir a mujeres guapas para tomarles fotos con sus amantes no había desarrollado mis habilidades especiales. Estaba ante la oportunidad de conseguir algo más que aburrirme en casa cobrando lo justo para sobrevivir. Por eso había aceptado aquel caso.

Salí del coche y entré en el edificio abandonado, acordonado por la policía. Era una casa vieja y medio en ruinas, con tablones mojados por los policías que anduvieron por allí, resquebrajándose al pisarla. Pisé con cuidado de no tropezarme o romper algo. Para ello me guie por las partes más mojadas del suelo, donde ya alguien pisó y no le sucedió nada. No me libraba de ello, pero tenía menos posibilidades de sufrir un accidente, o de derrumbar la casa sin quererlo. Subí los escalones, a cada cual más inestable y crujiente. Ya en la planta de arriba me encontré con Juan, mi contacto en la policía. Nos dimos un abrazo precedido de una sonrisa, borrada inmediatamente de mi rostro al ver el cadáver. Por respeto y por espanto. Era una joven muchacha, de unos diecisiete años de edad, con el pelo en melena negro teñido, tez blanca y cara tierna, con varias pecas decorándola. Vestía entera de negro, como si fuera gótica. Mi amigo me informó:

- Sandra, diecisiete años recién cumplidos.

- No me digas más: es gótica y le gusta la oscuridad, y celebró su cumpleaños en una vieja casa encantada con algún amigo del estilo.

- Podría ser, no lo sé. Sabemos, por sus padres, que "tenía gustos raros", pero no recalcó la palabra gótico. Música del estilo heavy metal, o rock muy hardcore. Tocaba el violín, y le gustaba la soledad. En su cuarto encontramos varios posters de cantantes góticos, Marilyn Manson entre ellos, conque seguramente hayas acertado.

- Pero estaba sola aquí, ningún amigo cerca, ¿verdad?

- Verdad.

- Si interrogamos a algún compañero suyo de clase, o a sus padres, que nos dijesen amigos suyos, podríamos encontrar a alguno de su mismo estilo.

- Pero qué dices, deja de decir cosas obvias. - me interrumpió un hombre gordo, con un bigote ridículo, vistiendo un abrigo marrón parecido a mi gabardina. - ¿A dónde vas con esas pintas? ¿Te crees Colombo?

- ¿Col...? - refunfuñé. - No llevo corbata.

- Ya veo, eso le resta encanto.

- ¿Tú quién eres si puede saberse?

Sangre, alcohol, y sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora