Capítulo II

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Me desperté con sorprendente vigor. No recordaba absolutamente nada de la anterior noche. Seguramente hubiera bebido tanto que había desfallecido. Pero desperté en mi habitación de hotel sin nada de resaca, con la sensación de haber tenido la experiencia más asombrosa de mi vida, aunque sin ser capaz de recordarla.

Puse la radio y comencé a bailar música que ni en mis peores pesadillas habría bailado. Me duché con agua helada a pesar de que la lluvia continuara cayendo y el frío se palpase en cada recodo del cuerpo. Pero no el mío, no. Mi sangre me hervía, me quemaba. Estaba feliz y animado. Salí del hotel con una sonrisa en la cara cuando Ignacio me vio.

- ¿A dónde vas tan contento?

- A resolver un caso. ¿A dónde vas tan triste?

- La pista que seguía resultó ser falsa, joder. ¿Qué tal si acepto la proposición de ayer?

Reí, levanté mi puño izquierdo y con el derecho a su lado fui haciendo como si girase una manivela para ir levantándole el dedo medio y mandar a aquel hombre a freír espárragos. Y a tomar por culo, de paso.

- Hijo de puta, dime qué tienes, al menos. - me pidió.

- Haber sido más amigable cuando lo requerí.

- ¡Pues que te JODAN! - gritó, orgulloso, y marchó a su habitación, a encerrarse, a darle mil vueltas al asunto para volver al principio de la investigación y no tener absolutamente nada.

Replanteé lo que había descubierto hasta aquel entonces y me maldije a mí mismo por no haber interrogado a Eustaquio, o por no haberle preguntado por la foto. Confié en él siguiendo mi instinto, que nunca me había fallado. Pero..., ¿y si aquella vez sí? Lo peor de todo fue que Juan, siendo policía, confiara plenamente en mí. Yo era un buen detective, pero no nos conocíamos lo suficiente como para que dejase escapar a un testigo o sospechoso.

Ignacio tenía razón. Mi ilusión por que fuera un vampiro quien provocó esos crímenes me estaba cegando. Mis ansias por la fantasía, por creer en algo más, en algo que nadie creía posible, no me hacían pensar con claridad. Seguramente el alcohol de aquella noche me hubiera dicho alguna teoría esclarecedora, pero el no acordarme de nada no me ayudó. ¿O sí...?

Sabía que cualquier experiencia se quedaba grabada en el cerebro inconscientemente, aunque no la recordases. Quizá viendo alguna cara conocida, escuchando alguna canción que sonase, o repitiendo algo que hiciera, salieran a flote recuerdos. O quizá reforzaron mi instinto que me hacía pensar que todo era obra de un vampiro. ¿Realmente llegué a esa teoría...?

- Eustaquio, ¿eres un vampiro? - le pregunté al aire. Parpadeé y me reí por aquellas absurdeces. Llegué a casa del voyeur y golpeé la puerta. No sabía ni por qué razón había ido hasta allí ni qué iba a decirle, simplemente me dejé llevar.

- ¡Salazar! ¡Hola! ¿Qué te trae por aquí?

- Hola, Eustaquio. Quería hacerte alguna pregunta más. - nos tuteamos.

- Por supuesto, pasa, pasa.

Entramos en su casa y me ofreció algo de beber. Negué con la cabeza.

- Estás muy sonriente hoy. - me dijo. Yo ni me había dado cuenta de que seguía con una sonrisa dibujada en la cara.

- Sí, no sé qué me sucede.

- Yo sí que estoy contento. Tu material es muy bueno.

- Gracias.

- Las fotos son muy oscuras.

- Están hechas de noche la mayoría.

- No, no, no es por eso. Lo digo porque tienen un tono oscuro.

Sangre, alcohol, y sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora