Capítulo III

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Desperté en mi hotel, desnudo en la cama, con cinco botellas a mi alrededor. De nuevo vigoroso, pero mi alma desanimada. Aunque tuviera ganas de comerme el mundo, lo que más me comía era el coco. Otra noche que despertaba sin recordar lo sucedido. ¿Tanto había bebido? ¿Tan poco me dolía el cuerpo?

- ¿Qué cojones está pasando? - pregunté al aire mientras me frotaba la cara e intentaba recordar lo que podía. Mis últimos recuerdos eran sobre ir con Ignacio a la granja de Pepe el joputa. Reí por su apodo. Saqué el móvil y miré mi agenda. No tenía el número de mi compañero. Me vestí sin ducharme, poniéndome la última ropa que tenía. ¿Qué coño había hecho con mi gabardina y mi chupa de cuero? Fui a buscarle a su habitación, pero no contestó. Entonces llamé a Juan: - ¿Ha habido algún avance?

- Sí, hemos encontrado un cadáver en la granja de José Francisco, el asesinado hace dos semanas. Y también tu coche...

Mis pelotas se encogieron. Un escalofrío me recorrió.

- No te preocupes, sólo estamos cuatro en la escena del crimen. Ven y explícanoslo.

- ¿Sabes dónde está Ignacio?

- No. Esperaba que tú pudieras decírmelo.

- ¿Yo? ¿Por qué?

- Se os vio juntos.

Recuerdos lejanos me empezaron a llegar. Recuerdos minúsculos y borrosos, que más que algo vivido, parecía un recuerdo. Estábamos Ignacio y yo en el motel, preparando el caso, y nos dispusimos a ir a la granja en la que Juan estaba. Pero..., ¿qué más sucedió?

- Voy para allá. - le dije, colgando y caminando por las calles del lluvioso pueblo sin saber qué rumbo tomar, ni a dónde me dirigían mis pies. Estaba todo tan sumamente complicado...

Nada tenía sentido en mi cabeza. Las ideas estaban desordenadas, amontonándose y acumulándose una encima de otra, provocándome dolores en el cabezón. Ni me duché aquella vez. Estaba ansioso por saber lo que Juan tuviera que mostrarme.

Tras varios minutos andando me di cuenta de que mis pies estaban acercándome hasta la granja de Pepe, sin saber yo la dirección. La lluvia seguía cayendo en mí, calándome tanto que mi ropa empezó a pesarme.

Juan me esperaba en el porche de la casa donde vivía Pepe. Estaba pensativo contemplando la lluvia. Con su brazo extendido y la palma de su mano me instó a correr para que llegase en cuanto antes. Aceleré mi ritmo y me cobijé en ese mismo porche. Mi ropa estaba calada. Iba a coger un buen resfriado, porque encima no podía cambiarme aún, y por culpa del agua me empezaría a picar el cuerpo.

Caminamos adentro de la casa. Había un cadáver en el suelo, y varios flashbacks llegaron a mi cabeza. Yo... ya lo había visto, sí, pero... ¿qué pasó después?

El forense estaba examinándolo. El olor a podredumbre se hacía notar. Miré a Juan, esperando explicaciones.

- Cada vez más cadáveres. Esto no va a acabar nunca. - dijo él.

- ¿Quién es la susodicha? - pregunté.

- Creemos que es la tía de Carlos, el asesinado, por el pelo, y porque sus padres lo denunciaron.

- ¿Qué? ¿Y qué hace aquí?

- No tenemos ni idea.

Varias hipótesis iban formándose en mi mente. El caso iba aclarándose poco a poco. Aquel cadáver fue una pieza que encajó en una de mis teorías. El forense acabó su inspección y dijo:

- Murió de una puñalada, y por cómo está, diría que hace un año.

- Un año... Creo que... - susurré yo. Juan me miró, alzando una ceja y media sonrisa.

Sangre, alcohol, y sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora