Capítulo 2| 16 de diciembre

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«Un, dos, tres. Cuando llegue a cien me calmaré». Pensaba ella. Era la técnica que le había enseñado su madre para tranquilizarse cuando estaba inquieta, pero ahora no hacía ningún efecto.

Así se pasó toda la jornada, contando mientras respiraba hondo. Intentando contenerse. Ignorándose y trabajando lo mejor posible.

Había dado las clases con el piloto automático y llevaba con la mirada perdida más de media hora mientras hacía los informes. No conseguía concentrarse por lo que acabó rindiéndose, se puso recta y estiró el cuello. Apagó el ordenador, mientras se giraba para observar por la ventana. Ya era noche cerrada siendo las ocho de la tarde.

Al estar centrada mirando las vistas, fue a coger el teléfono móvil y se le cayó al suelo. Asustada fue a recogerlo y suspiró al ver que no se había mellado. En la pantalla apreció una notificación de Lili, llevaba mandándole mensajes todo el día preguntándole cómo estaba. El último le hizo pegar un salto.

«Estoy esperándote en la entrada principal, sal ya».

Maldijo por lo bajo, se le había olvidado que vendría a recogerla. Salió disparada de la sala de profesores, con el abrigo a medio poner y el bolso abierto dando tumbos contra la pared. Por culpa de sus tacones llevó a torcerse el tobillo y se había tenido que parar para recoger un pintalabios que se le había caído.

Una señora de la limpieza que pasaba por allí se la quedó mirando. Debía de tener unas pintas de loca. De la vergüenza se puso colorada, e intentó colocarse lo más rápido posible.

Llegó a la puerta del salón de actos justo en el momento en que lograba, finalmente, colocarse el abrigo y tocó la puerta. Adentro se oía un ruido caótico por lo que supuso que no la habían oído y decidió abrirla. Se encontró con un montón de estudiantes encima del escenario, sujetando el cuerpo de un chico que se había lanzado desde una silla.

— Bien chicos, muy bien. —aplaudió Manu— ¿No os sentís ahora más en conexión con el grupo? Esto es una compañía de teatro niños, confianza, saber apoyarse el uno en el otro. Lanzarse desde un abismo sabiendo que siempre estarán ahí para recogerte.Tamara se sintió aludida, pese a que su compañero no se hubiera percatado de su presencia.Espero que lo recordéis en la función escolar y que no os peguéis por la luz de un foco.

Manu continuaba dando su discurso, inmerso en su experiencia. Mientras tanto, todos sus alumnos habían dirigido su atención hacia Tamara, que deseó que la tragara la tierra.

Nunca le había gustado ser el centro de atención, por eso se sentía tan cómoda con Manu y con Lili. Ambos derrochaban eso conocido como "duende" con el que no puedes apartar la mirada si están ellos cerca. Está implícito en su esencia, Lili con su energía desbordante y Manu siendo puro espectáculo. Ella estaba bien así, siendo la que aportaba esa calma, la que se quedaba entre los bastidores observando el barullo.

Por eso decidió carraspear, para que su amigo fuera consciente de su presencia y la sacara de aquel incomodo silencio. Manu se giró, y pareció sorprendido de verla, pese a que siempre iba a recogerle para marcharse juntos. Se centraba tanto en su mundo que era ajeno al tiempo.

— ¿Ya? preguntó. Se giró hacia el alumno que continuaba entre los brazos de sus compañeros. — Martín, te dije que me avisaras cuando tuviera que acabar la clase. Hemos terminado por hoy

Martín agachó la cabeza y sus compañeros le bajaron de entre sus brazos. Se pusieron a recoger sus cosas, marchándose paulatinamente, acompañados de algunas risas.

— Lili está con el coche afuera. — apremió Tamara, angustiada por si su amiga llevaba mucho tiempo esperando.

— ¿Flower power está aquí? Pensé que todavía estaría en la floristería.

Cicatrices: Huellas en las historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora