CAPITULO 1

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LONDRES. ENERO DE 1823
Los llantos de Sebastián se escuchan hasta el otro lado de mi habitación.

― ¡Ay Dios mío! ¿Cuándo demonios parara de llorar? Lleva apenas un año y ya es peor que yo en sacar de quicio a mi madre. -Digo en voz alta.

Estoy sola en mi habitación leyendo o mejor dicho estaba leyendo un libro, pero los llantos de mi hermano no me dejaron terminar mi lectura. Me levanto de la cama y salgo del dormitorio encontrando a mi madre afuera de mi puerta, ¿soy la única que piensa que eso es raro?

― ¿Saldrás hija?

― Si, madre. Iré a la casa de Verónica, no te preocupes regresare temprano. ―ella está por decir algo y la interrumpo―.Y no, no me quedare a dormir, esta vez sí lo cumpliré.

Ella me mira con desconfianza.

― Esta bien pero sabes a tu padre y a mí no nos agrada que estés todo el tiempo metida en residencia de casados.

―madre, a verónica no le molesta que la visite. ―Me acerco a ella y le beso la mejilla.― Regresaré temprano, lo juro. ―Ella asiente y antes de que vuelva a decir algo los gritos de Sebastián la interrumpen.

― A veces desearía tener el poder de ponerle silencio a los lloros de tu hermano. ―me rio y sigo mi camino.

Salgo de la residencia y empiezo a caminar sin rumbo fijo. Son las tres de la tarde, lo de ir a visitar a Verónica solo fue una excusa para salir de mi hogar, además se Vero es una mujer casada y no puedo estar todo el día en su hogar, ahora tiene asuntos y responsabilidades como esposa y madre.

Sigo caminando hasta que llego hyde park, no veía a casi nadie, lo cual es raro e inusual. De repente se escucha un relámpago, miro al cielo y ahora entiendo porque no hay gente, se avecinaba una tormenta de las malas y ya no puedo correr a mi casa, será mejor buscar un refugio rápido. El agua comienza a caer en grandes cantidades y mi vestido se moja.

Puede que mi vestido no esté a la última moda de Londres y no me favorece en nada, para que mentir, pero no quiero resfriarme por culpa de este tonto pedazo de tela mojada. Corro hasta debajo de un árbol. El agua comienza a caer a cantaros, y es imposible salir de mi refugio.

― ¡Que fastidio! ¡Cuando llevo mi sombrilla conmigo no llueve pero cuando no la traigo conmigo si llueve! ¡¿Acaso te caigo tan mal mundo?! -Digo en voz alta.

― No creo que le caiga mal a nadie señorita, sino que usted tiene muy mala suerte. ―Yo me sobresalto al escuchar esa voz desconocida, volteo y me encuentro con unos bellos ojos negros. ¿Este hombre desde cuando ha estado parado ahí? Ni siquiera lo vi ―. ¿No dirá nada? De seguro no está acostumbrada a que hombres como yo volteen a mirarla.

Lo que dice me hace enojar ¡¿Quién se ha creído este tipejo?!

― A lo que no estoy acostumbrada es que un entrometido como usted escuche lo que no le importa. ―El alza las cejas sorprendido. Mirándolo con detenimiento es un hombre realmente apuesto, cabello rubio, delgado pero musculoso y alto. El sueño de cualquier mujer.

― ¡¿Entrometido?! ¡Yo no soy ningún entrometido! Solamente estaba aquí esperando que pasara la lluvia y usted se aparece y empieza a hablar sola como una loca. -Dice y yo solo me enojo más.

― ¡Usted es un patán e imbécil! ¡No soy una loca! -grito muy fuera de mí.

― Entonces si no es una loca ¿Por qué hablaba sola y me grita? -Él se acerca a mí y yo retrocedo un paso. Su mirada me recorre de arriba abajo y una sensación de calor me invade todo el cuerpo-. Me retracto.
Lo miro confundida.

― ¿Se retracta en qué? -pregunto.

― Usted no es una loca... ―dije dejándome aun mas confundida, ¿Eso fue una disculpa de su parte?

―.Es una aburrida solterona, esperpento y florero que sabe que nunca conseguirá que un hombre se...

Lo cacheteo tan fuerte que su rostro se va de lado.

―¡Y usted es el hombre más horrible, irrespetuoso y egocéntrico que he conocido!. ―grito enojada―. ¡No me conoce y ya me está juzgando!

Todo lo que dijo ya lo había escuchado antes de las demás damas de la sociedad, pero que él lo diga con ese tono tan lleno de burla y desprecio duele más. Me lanza una mirada fulminante mientras se soba la mejilla.

― ¿Y acaso usted no hizo lo mismo conmigo cuando me ofendió con sus insultos? -pregunta con un tono tan sombrío que da miedo.

―Tiene razón en eso milord... No soy nadie para juzgarlo, no lo conozco y mucho menos me interesa, solo hay una cosa que quiero hacer y es alejarme de alguien como usted que lastima los sentimientos ajenos sin medir sus palabras. -doy mi gran discurso y me alejo lo más rápido que puedo sin impórtame que aun siga lloviendo y me resbalo por la tierra mojada pero antes de que caiga al suelo alguien me atrapa.

La lluvia cae y me moja toda pero ahora solo quiero enfocarme en los ojos y duros rasgos de este hombre.

― Es algo torpe ¿verdad? -ahí se vuelve a romper la magia, me alejo de él como si fuera la peste. No lo miro, camino y no me detiene. La furia aun recorre todo mi cuerpo. Corro bajo la lluvia hasta llegar a mi casa, toco la puerta y la que abre es el ama de llaves de la residencia, la señora Tami.

― ¡Señorita Berloc! Esta toda mojada se va a enfermar. -grita ella.
A lo que yo volteo los ojos, aún estoy furiosa con ese hombre desconocido del parque, no lo quiero volver a ver porque no responderé por mis actos.

©Sensata y Sincera. Saga: Siempre JuntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora