I. Los hijos de nadie.

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El mundo comenzó a cambiar repentinamente un mes antes de que los héroes pudieran darse cuenta, algunos de ellos ni siquiera eran conscientes de su condición, pero extrañamente, también eran aquellos que más notaban cambios en su entorno, que eran muy pequeños, pero significativos.

un chico y una chica habían estado viajando hacia ningún lado en particular después de haber escapado de un lugar donde la felicidad era casi tan inexistente como su propia seguridad. Se habían conocido en una casa hogar dos años atrás, cuando la chica acababa de cumplir los 18 años. Ambos eran huérfanos y reservados, contaban con historias tan similares que, el que no congeniaran era un hecho bastante improbable.

Se hicieron tan íntimos que crearon un vínculo importante, uno que habían estado buscando toda su vida, se habían convertido en familia sin ser biológicamente compatibles, pero para ellos era perfecto. Siempre se habían sentido acechados y presenciaban cosas que no tenían sentido, por esto mismo, decidieron darse un tiempo para tener los suficientes recursos como para irse del lugar donde estaban hacia otro, donde pudieran hacer su vida al menos un poco más llevadera. 

Pero durante su camino habían visto y experimentado cosas aún más extrañas; una de ellas, por ejemplo, sucedió cuando estaban por cruzar un puente colgante que se encontraba sobre un río calmo, justo al momento en el que el chico iba a poner un pie sobre el primer tablón escucharon a un par de metros un peculiar sonido proveniente del agua,  de repente, esta misma se alzó en un espiral que sólo iba aumentando hasta que a los chicos que no les quedó más que mover su cabeza completamente hacia atrás. Luego, con un estruendo peculiar y estremecedor, el tornado de agua se  fusionó con uno de fuego, aunque nunca supieron como es que se había formado este ultimo o cómo se podía diferenciar entre los dos elementos sin que uno absorbiera al otro.

Había momentos en los que el cielo se tornaba rojo en vez de morado, el suelo parecía levantarse una y otra vez, se escuchaban sonidos extraños provenientes de todas partes, había personas extrañas en medio de la carretera que permanecían paradas como estatuas mirándolos fijamente sin hacer nada más, entre otras muchas cosas más. 

Unas personas de edad media los recogieron a mitad de camino prometiendo acercarlos al pueblo más cercano, pero ellos no sabían donde se encontraban, y estaban demasiado confundidos con todo lo que habían pasado, que con lo poco que conocían del mundo, ya les resultaba mucho más inquietante que cuando lo soñaban. 

Al haber crecido en varios orfanatos, siendo carreteras solitarias y pueblos pequeños las únicas experiencias que conocían de la vida fuera del maltrato y la humillación, o fuera de dormitorios atestados y mayores tratando de imponer su pensamiento, no les ayudaba ser quienes eran o que el mundo estuviera pasando por lo que ocurría en ese momento aunque ellos no lo supieran, para ver el mundo como en realidad solía ser. 

Aquellas personas, un hombre y una mujer, se mostraban amables y juguetones, pero había momentos muy sutiles en los que los chicos podían notar que eso les pesaba, como si en realidad no fueran así en su vida diaria, eso los alarmó un poco, pero no se dejaron llevar demasiado por ese sentimiento, principalmente porque se dijeron a ellos mismos que tener miedo estando en una situación donde era difícil escapar, era como una condena de muerte.

El chico había estado dormido por unos 15 minutos y la chica se recostó en su hombro y cerró los ojos, pretendiendo que dormía, puesto que la conversación de los adultos se había tornado extraña y quería ver si, por casualidad, creían que los dos menores estaban durmiendo iba a poder captar algo.  Y lo hizo, las voces, antes suaves y pacíficas se volvieron rasposas e inquietantes, en un momento ya no estaban hablando ningún idioma que conociera, era como si se limitaran a gruñir, pero se entendían.

Insanity gods; Zodiac. (Pausada)Where stories live. Discover now