Capítulo 2
—Buenas noches, ¿Puedo tomar su orden?
Preguntó aquella chica con una tierna sonrisa mientras se acercaba a mi. Con la mirada estudié cada centímetro de su cuerpo, sin perderme un solo detalle de ella.
—Tráeme un café negro, bien cargado. —Añadí mirandola y recostándome un poco en la banca.
—¿Solo un café?
—Está bien, trae dos... El otro tráelo, el que sea tu favorito.
—¿Por qué mi favorito? —Preguntó ladeando la cabeza un poco y soltó una pequeña risilla.
—Porque sería un gusto que me acompañaras a tomarlo.
Respondí alzando un poco mi mano, ella bajó la mirada un poco sonrojada y negó.
—M-me encantaría... —Sonrió tiernamente pero luego su sonrisa se borró y bajó la mirada—. Pero ahora no puedo, estoy trabajando y mi jefe se enojará si me ve aquí, con usted en vez de trabajar...
—Ese no es problema. Esperaré a que salgas del trabajo y así te invito a un café.
Propusé sonriendo y sin poder evitarlo, mi vista se dirigió a su cuello. De este colgaba una pequeña cadenita plateada, con una pequeña medallita de un corazón.
—Me encantaría, pero nuevamente le digo que no puedo. —Dijo casi en un susurro mientras se apartaba. Fruncí el ceño molesto.
El enojo comenzó a invadir mi cuerpo en segundos, quería levantarme y golpearla. Pero no podía hacer eso, no podía manchar mi reputación por una mesera.
—En un momento le traigo su café.
Añadió la chica mientras se alejaba a la barra.
Comencé a mover mis dedos golpeando un poco la mesa haciendo que sonara como el pequeño galope de un caballo.
—Estupendo.
Gruñí por lo bajo mientras seguía haciendo la misma acción.
Un fuerte sonido retumbó en mi cabeza. El lugar se iluminó por completo cuando ese relámpago estalló en el cielo. Salté un poco al escuchar el fuerte estruendo y dirigí mi vista a la ventana, la que segundos después comenzó a mojarse con las gruesas gotas de lluvia.
—Aquí está su café.
¿Tan rápido volvió esa chica?
—Gracias.
Agradecí dirigiendo mi vista a la chica un tanto confundido por lo rápido que había llegado.
—De nada.
La chica colocó el café en la mesa y se retiró. Tomé la taza de café entre mis manos y miré la espuma sobre la taza, el olor era muy agradable.
—Bien...
Llevé la taza a mis labios y tomé un pequeño sorbo de aquel delicioso café. Disfrutaba el sabor en mi boca mientras trataba de relajarme.
Terminé de tomar el café y dejé la taza en sobre la mesa, luego de eso me levanté y fui a la barra.
—La cuenta, por favor.
-—Son 1 con 50$
Respondió la chica mirando hacia abajo, deslicé mi mami dentro de mi bolsillo y saqué un billete de 50.
—Quédate con el cambio.
Dije entregándole el billete y sin más salí del café.
La lluvia era muy fuerte y los rayos la acompañaban, al salir del café la lluvia fría mojó toda mi piel, por lo que me apresuré a entrar al auto escurriendo agua.
—Maldita lluvia.
Gruñí golpeando suavemente el volante y miré hacia el asiento donde estaba la ropa que le había quitado a Sandra.
Era lo último de lo que debía deshacerme. Tal vez podría quemarla, pero la lluvia no seria muy complice mía en ese momento. Duré unos minutos hasta que mi mente se iluminó.
—El lago.
Hablé en voz baja mientras buscaba mis llaves. Al encontrarlas encendí el auto y sin esperar más comencé a conducir en dirección al lago.
El camino fue algo lento y fastidioso, me tomó al rededor de una hora y media llegar. Al llegar aun la lluvia seguía haciendo de las suyas.
—Genial justo hoy tenía que llover. —Gruñí saliendo del auto y tomé la ropa entre mis manos.
Cerré la puerta del auto y comencé a caminar por el lugar buscando algo, un objeto pesado para atarlo a la ropa y evitar que esta flotara, pero el lugar estaba vacío, no había nada, Execto un par de rocas.
—Esto servirá.
Murmuré mientras me acercaba a las rocas, eran un poco grandes, pero perfectas para evitar que la ropa flotara.
Até la ropa al par de rocas, con bastante fuerza, tanta como para evitar que se soltara. Al terminar de hacerlo, caminé hasta la baranda que separaba la carretera del lago, era como un pequeño puente lo que estaba ahí.
—Ya no serás problema, amor mio.
Susurré para luego tirar las rocas al agua junto a la única evidencia de la muerte de Sandra. Me aparté de ese lugar y volví a subir a mi auto, estaba seguro que ya no habría ninguna prueba que me encriminara.
—Te dije que no te enamoraras, demonios Sandra...
Negué con la cabeza al entrar al auto.
—Tenias que hacerlo difícil.
Completé la frase para luego encender el auto y alejarme del lago.
Nuevamente el camino se hizo largo y ya a esas horas de la noche no había nadie cerca.
—Tenias que hacerlo difícil...
Murmuré nuevamente mientras conducía por la ciudad, en ese momento una figura femenina llamó mi atención ya que estaba haciendo señas a mi auto.
Reduje un poco la velocidad acercándome a la chica, la cual al comenzar a acercarse a mi, enseguida reconocí... Era la mesera que me había atendido en el café. Hace unas horas me había negado un café, pero en ese momento necesitaba mi ayuda... Era el momento perfecto para desquitarme por lo que hizo y no era dejándola ahí, al contrario seria muy diferente. Esa noche entendería... Que a mi nadie me dice "No"
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A sangre fría. [Finalizada]
Short StoryTe dije que no te enamoraras. Te dije que no era para ti. Te dije que te lastimaría. ¡Demonios! ¡Tenias que hacerlo difícil!