Capítulo 2 - Esa radiante sonrisa.

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En la mañana del dia siguiente me levanté de la cama maldiciendo mi propia existencia. En la noche anterior no había conseguido pegar ojo, así que pasé la noche rodando entre las sábanas de mi cama con la esperanza de dormirme.

Mi madre ya se había ido a trabajar. Ella es enfermera con lo cual tiene que seguir un horario bastante extraño. En cuanto a família cercana solo la tengo a ella.

Soy hija única así que no tengo hermanos o hermanas y mi padre... Bueno el... Murió de cáncer cuándo yo era muy pequeña. No tengo presente ningún recuerdo de mi padre, eso es algo que me carcome por dentro. Me gustaría haber podido pasar tiempo con el. De todos modos imagino que eso también provocaría que su pérdida se hubiera hecho algo más doloroso para mi.

Vacié la nevera y empecé a prepararme el desayuno y el bocata para el almuerzo. Una vez terminé volvi a llenar la nevera y me puse a desayunar tranquilamente con la música sonando de fondo que venía desde mi móvil.

Ya llena me dirigí a mi habitación y me cambié la ropa. Más tarde cogí mi pesada mochila y al salir de casa cerré la puerta con llave.

Mientras bajaba por las escaleras me topé al chico del otro día frente a su portal. La chaqueta que llevaba le quedaba especialmente bien. Sin pensarmelo demasiado lo saludé.

-Hola.- dije alegremente con la esperanza de que hoy si que me hablara. Pero no lo hizo. Como respuesta me saludó sacudiendo la mano de lado a lado con su típica sonrisa, que por cierto hacía que lo viera cada vez más guapo.

-¿Vas al insti?- El asintió. Me sentí bastante estúpida preguntando eso ya que mi motivo para preguntar eso fue mi incapacidad para descifrar la edad que tenía el, tan solo fui capaz de suponer que el era mayor que yo.

-Entonces vamos juntos, si quieres.- dije guiñandole un ojo. A lo que el asintió sonriente de nuevo. Ese día me di cuenta de que mi vecino tenía esa radiante sonrisa pegada a la cara con pegamento extrafuerte.

El trayecto hacia la parada de bus se convirtió en algo muy incómodo. Ninguno de los dijo nada en todo el rato que estubimos andando. Probablemente no tardamos más de cinco minutos, pero cuando es un momento incómodo un extraño fenómeno tiene lugar y provoca que los segundos duren mucho más de lo normal.

Cuando llegamos a la parada de buses el bus aún no había llegado así que nos sentamos a esperar en un banco. Mientras estabamos sentados me puse a pensar en el. Fue bastante patético porque a los dos segundos me vi obligada a preguntarle su nombre, ya que ni sabía eso.

Le toqué el brazo para que me prestara atención. Entonces el dirigió su mirada hacia mi y se quitó esos enormes cascos de color naranja brillante para poder oirme.

-Oye, ¿Cómo te llamas?- le pregunté tímidamente. Su reacción a eso fue sacar el móbil y empezar a escribir. Segundos más tarde me enseño la pantalla. Ponía: "Me llamo Carlos, ¿Y tú? :)". Pensé que era un nombre bonito, simple pero bonito.

-Yo me llamo Eli.- dije sonriente. Aún tenia una pregunta que hacerle. Aún no comprendia porque ese chico no me hablaba. Ya no aguantaba más la curiosidad así que le pregunté directamente.

-¿Puedo preguntarte algo?- El asintió -¿Porque no me hablas?- Cogió el móvil y se puso a escribir de nuevo. " No tengo nada en contra tuyo, al contrario :). Me caes muy bien y apenas te conozco, eres muy simpática pero es que yo soy mudo" Fue lo que escribió.

"¡Claro!, ¡Ahora todo encaja! :O" pensé.

El vecino de abajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora