You Put the Sun in Sunday; larry stylinson [bottom!louis] [traducción]

19: epilogue

Advertencia: smut y lactancia erótica.

—Morrie, detente ahora.

—¡No!

—No me hables con ese tono.

—Harry.— Louis asoma su cabeza dentro del dormitorio de su hijo y suelta un par de risitas al ver como su novio intenta ponerle unos pantalones color mostaza a su pequeño. —Harry, dale a Jimothy.

—¿Qué?— Harry se voltea, su corte de cabello reciente dejó como resultado un lío de rizos en su cabeza. Éstos solían llegarle hasta los hombros, pero Morrie no paraba de jalarlos ya que pensaba que eran graciosas las muecas de dolor que hacía su padre. —¿Y ese quién es?

Louis suspira dramáticamente, caminando con torpeza dentro de la habitación y agachándose con dificultad para recoger el preciado panda de peluche de su hijo. Él pone una mano en su espalda baja y cuidadosamente le da el animalito a Morrie quien sigue meneándose entre el agarre de Harry.

—¡Ma!— Morrie llora. —Mamá.— Hace un puchero exagerado. Harry suelta su agarre y el niño corre hasta llegar a las piernas de Louis, dando brinquitos para que lo cargue.

—Bichito, sabes que mamá ya no puede cargarte.— Harry dice con amabilidad. —Ahora tiene una gran barriguita ¿lo recuerdas?— Se pone de pie y siente como el nudo en su espalda duele menos.

—¡Comida!— Los ojos de Morrie están enfocados en la barriga de seis meses de Louis. El niño entrecierra sus ojitos para verla con más precisión.

—No es comida.— Louis lo corrige y desliza sus dedos a través del cabello rizado de su hijo. —Es tu nuevo hermano o hermana, bebé.

Morrie frunce sus cejas y sus labios. Louis adora cuando su bebé se pone gruñón, es tan adorable. Harry, por otro lado, desaprueba que su hijo demuestre una actitud tan dura a una edad tan joven.

—Comida, mamá.

Harry sonríe suavemente y checa la hora en su reloj. —Domingo, tenemos que irnos. No queremos llegar tarde.— Él es consciente de los intensos cambios de humor que ha tenido Louis en las últimas semanas debido a su embarazo, ha llorado por las cosas más mínimas la mayor parte del tiempo. Si Harry quema las galletas, él llora. Si Morrie olvida levantar sus legos, él llora. Si Liam olvida llevarle sus rollitos de canela favoritos, esos que son horneados en una cafetería cercana al campus y los cuales Zayn y su mejor amigo compran cuando van a desayunar ahí, él llora. Llegar tarde a su graduación definitivamente le provocaría una crisis nerviosa y Harry no está listo para lidiar con eso.

—Está bien, bebé, escucha a papi.— Louis le dice a su hijo quien aprieta el peluche entre sus manitas. —Mamá ayer te enseñó a contar hasta diez, ¿por qué no le muestras eso a papá?

Los ojos azules de Morrie se iluminan, el pequeño corre rápidamente a través de su habitación hasta llegar a su padre quien está parado junto al vestidor sosteniendo un pequeño saco y una corbatita que se abrocha.

—¡Papi!

—¿Si, frijolito?— Harry se deja caer sobre sus rodillas. Él escucha con fascinación como su hijo cuenta los números y después viste a Morrie con su diminuto traje y abrocha con cuidado la corbatita, ellos no tuvieron tiempo de cortarle el cabello así que ahora le llega un poco más abajo de los hombros.

Incluso si trabaja en el mecánico que está al final de la calle y es el asistente del entrenador de la Universidad de Boston, él aun tiene tiempo para jugar fútbol americano en eventos de caridad ya que es algo así como la estrella de Boston. En el ultimo año, ha sido entrevistado incontables veces para preguntarle acerca de su carrera como futbolista. Louis y él han hablado sobre el futuro, el castaño lo alienta a que aproveche todas las nuevas oportunidades que le ofrecen, pero Harry siempre dice que su familia es más importante y que el fútbol puede esperar. Louis a veces llora porque siente que arruinó la carrera de su novio, Harry solo lo abraza con fuerza y eso usualmente termina con los dos haciendo el amor.