Estaba yo, sentado en la pequeña banca blanca de madera un tanto descuidada, la fría brisa cortaba levemente mis mejillas; levanté mi cabeza y miré hacia el cielo mientras recordaba todo lo que habíamos vivido, de repente una helada gota golpeó mi frente, cuando me di cuenta ya estaba diluviando, era hora de ir a mi realidad, me levanté y caminé de regreso a casa.
Entré a casa y tomé un baño caliente, usé mi pijama de invierno y me senté en el medio de mi cama, incluso se había llevado al perro que juntos compramos y criamos, finalmente me dispuse a dormir.
Mi despertador sonó, me levanté y fui rápidamente a la cocina, hice unos huevos benedictinos y los comí con un poco de pan, fui al baño, me lavé los dientes y fui a vestirme, hacia frio así que usé mi chamarra de pana y mi bufada de cachemir negra.
Como normalmente lo hacía, fui caminando a la universidad, iba un poco temprano así que no tenía tanta prisa como los inicios de curso pasados, había quedado con Anastasia en el salón de cómputo para poder tener buenos lugares y así, elegir los horarios que realmente queríamos y no los que solo "quedaban de sobra".
Cuando llegué al campus había un poco de gente por lo que decidí apresurar un poco más el paso, por cualquier circunstancia; cuando llegué con Anastasia ella ya estaba esperando fuera del salón eran las siete y cuarto por lo que aún nos quedaban 25 minutos esperando, ella no había desayunado, por lo que esperé en la fila en lo que ella iba a comprar algo para comer, anastasia y yo habíamos hablado a cerca de inscribirnos a la clase del profesor De Luca, pues era el mejor profesor de economía que había en la facultad, eran las 7:47 y todo mundo comenzó a alborotarse pues el salón se abría a las 7:50, éramos de los primeros e la fila así que no había tanto problema al elegir una computadora sin embargo el verdadero problema era elegir los horarios ya que la plataforma podía saturarse.
Terminamos de elegir las clases a las 8:10 y a las 8:15 ya podíamos comprobar que estábamos inscritos, era todo por ese día, Anastasia me había invitado a comer con algunos amigos pero estaba harto, me había aburrido de que tratara de emparejarme con cada chico que conocía, claro, después de terminar con Matías, el hecho de que me gusten los hombres no significa que me guste cualquier tipo; así que solo fui de regreso a casa y sentarme todo el día frente al televisor pero no sin antes pasar al súper por algunas botanas.
Había bajado un poco de peso gracias a mi terrible ruptura amorosa ya mencionada antes; entonces necesitaba comer y agregar grasa a mi cuerpo.
Entré al supermercado, no era uno grande pero tenía lo que yo necesitaba, estaba en frente del estante de papas fritas tratando de elegir entre las de crema con ajo y las de habanero cuando me encontré con Alexis, un viejo amigo con el que antes compartía un pequeño e incómodo apartamento. -¿Nicolás? No puede ser, hace mucho que no te veo.- Voltee rápidamente y vi a un chico bastante guapo, tenía el cabello castaño oscuro y su tez era reamente clara, incluso parecía porcelana, era alto, tal vez ¿1.85? Y tenía un buen concepto de estilo; y al lado estaba Alexis.
-¿Cómo has estado?-. Toqué levemente la parte de mi nuca mientras preguntaba, era muy incómodo pues nunca fui muy cercano a él y no supo mucho después de mudarme, realmente no me interesaba, cuando nuestra gratulante conversación terminó compré mis frituras y me dirigí a casa. Estaba sentado en el sofá mientras veía la televisión pero no podía poner atención, no dejaba de pensar en aquel chico de oscuro cabello, en cómo se llamaba y si era pareja de Alexis o solo era un conocido, varias veces traté de llamarle y preguntar por el pero, sé cómo soy y nunca trataría de llegar a un imposible entonces seguí procrastinando en frente del televisor hasta la mañana siguiente.
Cuando desperté miré mi teléfono y ya eran las 8:15, le había prometido a mi mama ir a casa el fin de semana antes de entrar a clase, era un viaje de dos horas y media en auto y hace tres días le había comentado que llegaría a las 9:00, no tuve tiempo para bañarme así que simplemente tomé mis maletas, que, por supuesto ya había hecho con anterioridad, las metí en la cajuela del auto, que casi no usaba y emprendí viaje hacia casa.
Cuando llegué había más gente de lo que yo esperaba, mi mamá había organizado una fiesta de bienvenida, me sentía muy incómodo con gente que no había visto en años, hasta que un pequeño rayo de luz me iluminó, estaba sentado en el sillón mediano de la sala, el cual estaba completamente vacío a pesar de toda la gente ahí. –Esa vez del supermercado quería preguntarte tu nombre pero, entré en pánico y decidí preguntarle mejor a Alexis.- Miré a mi lado derecho y ahí estaba, el chico del que estaba totalmente perdido y que aún no lo sabía. –Debiste hacerlo entonces, a veces Alexis es muy egoísta y no comparte nada con nadie.- Le respondí mientras intentaba adivinar porque él estaba en casa de mi familia. –Bueno, no creo que le moleste compartir el nombre de su amigo con un familiar ¿No lo crees? Me llamo Daniel, me da gusto verte por aquí-. Dios, el chico tenía una sonrisa angelical.