Capítulo I

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i. Rosa venenosa.

La azulada mirada fue en picada hasta llegar al desconcertado hombre de surplice negra, cuyo pecho albergaba una de sus rosas sangrientas, no pasó mucho tiempo para que los labios de este mismo se cubrieran de líquido carmesí en señal de que logró su objetivo.

Y ante la presencia de su compañero de armas, Shion, cayó, no sin antes darle un efímero vistazo a la mirada grisácea llena de cólera que su enemigo poseía al verse derrotado, tal furia resaltó aún más con los pétalos rojizos que se contoneaban en el aire.

«¿Sabes? Durante toda mi vida estuve rodeado de estás rosas venenosas, pero por primera vez en mi vida las encuentro hermosas...»

Abrió los ojos de golpe, dando una gran bocanada de aire en el proceso, su lampiño pecho subía y bajaba con notable agitación, como si quisiera recuperar el oxígeno que, según él, le hacía falta

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Abrió los ojos de golpe, dando una gran bocanada de aire en el proceso, su lampiño pecho subía y bajaba con notable agitación, como si quisiera recuperar el oxígeno que, según él, le hacía falta.

Se quedó quieto, vislumbrando el techo de madera y, aún anonadado, se reincorporó en el mullido colchón, la sensación de ahogo le invadió de nuevo a la par de un ligero dolor de cabeza, tensó la mandíbula al momento de llevar una de sus manos a esta, queriendo apaciguar la jaqueca con ello.

Desconcertado y con mirada recelosa exploró el lugar donde estaba, dándose cuenta, segundos después, de que era su cabaña. Arqueó una de sus cejas y con parsimonia se dispuso a salir de la cama, al hacerlo sintió un ligero pinchazo en sus piernas, tambaleó, parecía que no se había movido en un buen tiempo. 

Intentó rememorar lo sucedido ese día, pero lo último que su mente alcanzaba a palpar era su batalla contra aquel espectro de cabellera blanca, la cual culminó con su victoria y, por desgracia, con su muerte, por lo tanto en esos momentos debería de estar pagando una condena en el Inframundo, en Cocito, o dónde sea que fuese a parar su alma trás partir del plano terrenal dónde ahora estaba. No lo entendía. Finalmente fijó su vista en la ventana que daba hacía las rojizas flores que acaparaban los alrededores de su hogar, mordió su labio inferior para luego dejar escapar un suspiro pesado de su boca.

Una vez más, quiso hallar una explicación, sin embargo, sus recuerdos no pasaban de aquel albino, fue ahí cuando, por inercia, fijó su mirada en la Cloth dorada que yacía a su lado.

Y, como si estuviera programado en su cerebro, se la colocó para luego salir, esperando con ello encontrar explicaciones, obviamente presidiendo de los espasmos que su cuerpo tenía.

Y, como si estuviera programado en su cerebro, se la colocó para luego salir, esperando con ello encontrar explicaciones, obviamente presidiendo de los espasmos que su cuerpo tenía

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