viii. Reciprocidad.
En el pasado siempre tuvo la idea de que nunca podría coexistir con otras personas, había supuesto que estaría sólo y moriría de igual forma, tal como ocurrió con su maestro Lugonis. Y no se había equivocado: dió su vida para defender a su Diosa. Habría estado bien con ello sin importar que su alma sufriera eternamente en el Inframundo, sin embargo, la misma Athena le regresó a la vida poco después y le ofreció otra oportunidad.
Obviamente en un principio estuvo angustiado pues al no tener ningún propósito su vida resultaba asfixiante: revivir para tener una vida longeva llena de soledad no era lo mejor, no obstante, la presencia -en un inicio indeseable- constante del espectro le hizo olvidarse paulatinamente de aquello.
Y ahora, por alguna razón que dejó de inquietarle hace mucho, solo esperaba a que esa molesta campana retumbara por todo el Santuario para ver a Minos, tenía que admitir que de manera lenta se terminó acostumbrando a todo lo que él era. Además, seguía sin poder ocultar el regocijo que le causaba estar cerca de otra persona, con una persona inmune a su sangre que podía tocar sin temer a matarle, porque sí, la experiencia que el noruego le daba lo enternecía.
Para su fortuna el estruendoso sonido no se hizo esperar, por lo que dejó fija su mirada añil sobre la degastada puerta de madera. En ocasiones como esa se cuestionaba si era normal esperarlo con tanto ahínco y la respuesta afirmativa llegaba casi igual de rápido. Suspiró al momento de ver la puerta abrirse, alzó la mirada para encontrarse con el noruego portando la imponente surplice del grifo y como era de costumbre ésta no tardó en desprenderse, dejándolo únicamente con aquella ropa negra que dejaba apreciar su figura masculina.
—Minos...—una leve curvatura de labios se dibujó en su rostro, aunque rápidamente desapareció.
El susodicho colocó toda su atención en Albafica quien estaba sentado en su cama con la ropa que solía usar para entrenar, mentiria si dijera que verlo así no era gratificante, después de todo las prendas eran holgadas, incitantes.
—Que bienvenida tan seca, Piscis—musitó con el afán de molestar, el muchacho rodó los ojos en señal de que logró su objetivo.
Resopló, mientras vislumbraba al juez ir en su dirección.
—Creí que un sucio espectro como tú tenía suficiente con ver mi lindo rostro—le siguió el parloteo, él también podía molestarlo.
Minos tomó asiento justo a un lado del groenlandés y soltó una risilla, no esperaba otra cosa de su parte realmente, Albafica siempre sería así, cosa que en vez de molestarlo le ponía eufórico, ¿Cómo no? Si las reacciones del muchacho le atrapaban, era increíble que alguien tan orgulloso, fuerte y letal fuera tan ingenuo en aspectos tan trillados como el del contacto humano. Sonrió.
—Claro que es suficiente, caballero, pero podrías saltar a mis brazos de vez en cuando, eso sería aún mejor—bromeó al inclinarse y apoyar una mano sobre la mullida cama, gracias a ello ambos rostros quedaron cerca—, ¿no lo crees?—cuestionó al llevar su mano a la mejilla del pisciano.
Albafica lo miró con desconcierto, sin embargo, se dió la tarea de ladear la cabeza para aceptar el suave roce.
—¿Saltar a tus brazos?—arqueó una ceja—. Nunca haría algo semejante—masculló seguro, aunque gustara de los toqueteos no caería tan bajo.
Dicho aquello el muchacho posó su mano sobre la mejilla del albino e intercambiaron miradas, así pues, ambos decidieron guardar silencio con el fin de poder disfrutar mejor de los mimos que se regalaban mutuamente.
Albafica palpó con cuidado toda la mejilla del contrario, deleitándose con lo fresco de la pálida piel, continuó su recorrido, trazando un camino imaginario que culminaba en la barbilla contraria. Minos cerró los ojos unos segundos, los suves roces y el tener las sedosas manos del groenlandés explorando su tez le relajaba de una manera inexplicable.
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Limerencia |MinFica|
Fiksi PenggemarLa belleza del Santo de Piscis era digna de su atención, él era una marioneta que deseaba poseer y conservar, sin importar qué. [MinosxAlbafica] ✓Saint Seiya es propiedad de Masami Kurumada y Shiori Teshigori.