Capítulo VI

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vi. Sangre ponzoñosa.

—De acuerdo, me interesa ver el final de tu odisea, Minos de Grifo.

La solemne voz de su señor fue acompañada por los pasos firmes del mismo, éste se había dignado a levantarse de su trono para ir junto a su espectro. Minos por su parte continuó observando la rosa carmín que se hallaba recluida en una esfera de cosmo.

—Me desharé del veneno que yace en el cuerpo de Albafica de Piscis, ¿Estás de acuerdo con ello, Minos?Hades se colocó frente al albino e hizo un ademán para que se pusiera de pie.

El mencionado asintió casi de inmediato, mientras una sonrisa surcaba sus labios, finalmente lograría su cometido, poseería al santo dorado y acabaría con la única barrera que impedía que él cayera de lleno en sus hilos. Le siguió el paso a Hades, quién con flor en mano emprendió camino al reino de los sueños, dispuesto a cumplir el capricho que su juez deseaba.

La mirada añil se quedó inerte en su mano derecha, más específico en sus largos y blancos dedos, por alguna razón la sensación de haber tocado la piel del espectro continuaba latente en él, haciendo bulla

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La mirada añil se quedó inerte en su mano derecha, más específico en sus largos y blancos dedos, por alguna razón la sensación de haber tocado la piel del espectro continuaba latente en él, haciendo bulla. No era para menos, nunca había tocado a nadie sin tener un enfrentamiento de por medio después de todo, así que aquella efímera caricia que le otorgó a Minos era algo nuevo, pese a la frivolidad que éste poseía en el cuerpo.

Continuó vislumbrando las yemas de sus dedos, como si se trataran de algo ajeno a él, los movió ligeramente al momento de morder su labio inferior y después de titubear un poco, los posó en su mejilla izquierda, acariciándola, intentado recordar la suavidad que tocaron días atrás, cerró los ojos por inercia y en cuanto la imagen del juez invadió su mente los abrió de golpe, chasqueó la lengua al verse infraganti y terminó con la acción de manera abrupta, volviendo al punto de partida.

¿Qué estaba haciendo? Negó al momento de adentrarse a su cabaña para luego sentarse en el borde de su cama, no sin antes deshacerse de la cloth, pues el Patriarca seguía sin darle misiones a diferencia de los demás, o eso suponía, ya que sus compañeros de armas no estaban y a duras penas lograba verlos, no era anormal, siempre había sido el santo más recluido, incluso más que Asmita, pero hasta Manigoldo parecía haber sido borrado del mapa, realmente su encomienda resultó ser longeva tal como había dicho el pontífice del lugar. Arrugó la nariz, aquello sólo ocasionaba que su pensar se centrara en los encuentros con el noruego.

Seguía sin decifrar las intenciones de Minos, estaba bien con que acatara las órdenes de Hades y fuera al Santuario para intercambiar información con el Patriarca, no obstante, estaba reacio a creer que el espectro tuviera solo buenas intenciones para con él, algo dentro suyo le decía que tanta condescendencia ocultaba algo detrás, considerando el fatídico desenlace que tuvo su combate, pero el de mirada grisácea no dejaba espacio para indagar y solo se limitaba a hablar de temas trillados, además de intentar invadir su espacio personal de manera compulsiva, más que incomodarlo, le hacía sentirse extraño, un sutil dolor de estómago, parecido a un cosquilleo, se aglomeraba en él cada vez que el albino se atrevía a tocarlo. Y muy a su pesar no podía alejarlo, las palabras no funcionaban y si se declinaba por propinarle un golpe, tal como lo hizo días atrás, estaba propenso a iniciar una nueva guerra santa. No tenía salida. Minos se había convertido en una constante a la cual poco a poco se fue acoplando.

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