Sentía como alguien me sacudía con fuerza intentando despertarme, pero yo tenía demasiado sueño para hacerlo por lo que solamente murmuré un "déjame en paz..." mientras me giraba en el sofá. Respiré tranquilo al sentir como la persona desistía, pero la tranquilidad no duró mucho.
Mis ojos se abrieron de golpe cuando sentí el impacto del agua en mi cara. Me incorporé rápidamente solamente para ver la cara indignada de mi compañero de piso, que sostenía un vaso vacío en su mano derecha y que, a pesar de mantener su ceño fruncido, intentaba fallidamente esconder una pequeña sonrisa de satisfacción ante mi confusión.
ー ¡¿Qué narices?! ーgrité, pasándome la mano por la cara intentando quitarme el líquidoー ¡¿Por qué has hecho eso?!
ー ¡Porque me has mentido! ーme respondió, también a gritos.ー ¡No te fuiste directamente a casa ayer!
ー ¡Yo no te he mentido!
ー ¡¿Entonces qué hace una chica desconocida en tu cama?!
Me quedé en silencio, recordando todo lo ocurrido la noche anterior y pensando en cómo explicarle la situación a mi mejor amigo.
ー A ver, vamo' a calmarnos ーdije suspirando.ー Yo no te he mentido, porque yo no he hecho nada con esa chica.
ー ¿Ah no? ーinquirió Mateo cruzado de brazos, con notorio sarcasmo.
ー No, yo pillé a un degenerado intentando abusar de ella en un callejón, y ella se desmayó después de que yo lo espantara ーexpliquéー ¿Acaso querías que la dejara allí?
Mi impulsivo amigo pareció calmarse, y parecía a punto de decir algo cuando, de repente, un fuerte golpe se oyó en mi habitación. Mateo y yo nos miramos un par de segundos antes de dirigirnos rápidamente a mi pieza. Abrí la puerta con cuidado, preparado para encontrarme con cualquier escenario posible, pero aún así, me sorprendió lo que vi.
La chica se encontraba agachada junto a la cama, tratando desesperadamente de recoger los trozos de lo que antes solía ser la lámpara de mi mesilla. La pobre trataba de juntar los trozos, aunque estaba claro que no iba a haber forma de arreglar el objeto, ya que este era de cristal.
Carraspeé levemente para llamar su atención y en cuanto, asustada, se giró hacia mí, me quedé perdido en sus ojos. Tenía los ojos de un color azul brillante, más azules incluso que el cielo. Estaba seguro de que nunca había visto unos ojos tan bellos. Volví en mí de pronto al darme cuenta de que, con el susto, la chica se había cortado con uno de los trozos de lámpara.
ー ¡Oh por dios! ¿Estás bien? ¿Te duele mucho? ーpregunté rápidamente, ya que ver la sangre me estaba poniendo cada vez más nervioso.
Cuál fue mi sorpresa cuando, en lugar de responder, la chica intentó alejarse lo máximo posible de mí, pegándose a la pared de la habitación y blandiendo el trozo de cristal con el que se había cortado como arma.
ー ¡N-no me hagas nada! ーtartamudeó, apuntándome con su arma improvisadaー ¡No voy a dudar en hacerte daño! ーañadió, esta vez con más seguridad.
Me giré para ver a Mateo, que al parecer estaba tan sorprendido como yo por aquella reacción. Volví a dirigir mi mirada a la aterrorizada chica.
ー No pienso hacerte nada, no te preocupes.
La chica no parecía demasiado convencida, así que le dediqué una sonrisa tranquilizadora, y cuando estaba a punto de añadir algo, mi inteligentísimo amigo me interrumpió.
ー ¿Te crees que si hubiera tenido pensado hacerte algo, no lo habría hecho ya? ーLe dediqué una mirada asesina, haciéndole ver que no me estaba ayudando.ー Además, mi amigo aquí presente es incapaz de matar una mosca, ¡míralo! ¡Pero si es un trozo de pan! ーdijo esto último mientras me pellizcaba un cachete, a sabiendas de que yo odiaba que me hiciera eso.
ー ¡Oye! ¡Suéltame! ーexclamé mientras le daba un manotazo, haciendo que liberara mi moflete.
ー ¡Al menos dame las gracias! ¡He hecho sonreír a la chica! ーme gritó, con una enorme sonrisa en su rostro.
Dirigí mi mirada de nuevo hacia la chica, y pude ver una pequeña sonrisa en su rostro antes de que, al ser consciente de ella, la chica la tapara con su mano.
Aquel fue mi turno de sonreír.
ー Mira, me presento, mi nombre es Daniel, estudio periodismo en la Universidad de Madrid, y este idiota de aquí es mi amigo y compañero de piso Mateo, estudia empresariales. Ambos tenemos 20 años.
ー ¡Oye! ¿A quién llamas idiota? ーse quejó Mateo, pero decidí ignorarlo.
ー Ahora que ya sabes quiénes somos, ¿podrías decirnos tu nombre?
La chica pareció dudar, pero finalmente suspiró, relajándose al menos un poco.
ー Me llamo Marina, acabo de mudarme aquí y llevo una semana estudiando pedagogía en la Universidad de Madrid, tengo 19 años ーrespondió, dando la misma información que yo le había dado acerca de nosotros.
ー ¿Vas a la misma universidad que nosotros? ¿Cómo es que nunca te había visto? ーpreguntó sorprendido Mateo.
ー En serio, es que eres tonto. ¿No has oído que que solo lleva una semana?
ー Pero-
ー Una pregunta... ーcomenzó Marina, casi en un susurro.
ー Dispara ーla animé a continuar.
ー ¿Qué pasó con Rafael?
Me tensé de repente al recordar a aquel malnacido.
ー ¿Tu novio? Le pegué una buena paliza.
La cara de la chica mostró la sorpresa que sentía.
ー ¡Él no es mi novio! Le dejé antes de venirme aquí, me había puesto los cuernos y... ーsuspiróー el caso es que me siguió, y el resto ya lo sabes.
ー Con que un ex insistente... Típico.
Yo la verdad es que no estaba demasiado sorprendido, me esperaba algo como eso.
ー Joder, menudo imbécil... ーmurmuró Mateo.
ー Ya, la verdad es que es un idiota integral, no sé cómo lo he aguantado estos dos años.
La chica parecía más relajada, pero aún notaba la tensión en la que se mantenía, como si tuviera que mantener una barrera protectora constante.
ー Mateo, ¿puedes prepararle algo a Marina para que desayune?
ー ¿Qué? ーle dirigí una mirada molesta, haciéndole ver que, si no me obedecía, le iba a ir muy mal.ー ¡C-claro! ¿Te preparo un café? ーrectificó, ahora dirigiéndose a ella.
ー Con leche, por favor ーpidió tímidamente.
ー De acuerdo.
En cuanto estuvimos solos, le pedí a Marina que se sentara junto a mí en el borde de la cama.
ー En serio, ¿te encuentras bien? ーle pregunté preocupado.
ー ¡Sí, estoy perfectamente! ーrespondió, con demasiado entusiasmo y una sonrisa que, si te fijabas, no era realmente sincera.
Suspiré.
ー Sé que no nos conocemos, pero puedes confiar en mí para lo que quieras, ¿de acuerdo?
La chica me observó sorprendida durante unos segundos, como si tratara de saber si era de fiar. Finalmente sonrió levemente, y supe al instante que esa sonrisa sí que era verdadera.
ー De acuerdo, gracias por todo.