campos y vacas

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Desperté la mañana siguiente envuelta en sábanas blancas y frasadas de colores. Un pequeño rayo de luz asomaba entre las cortinas iluminando el pequeño escritorio.

Me levanté de la cama desganada bajando hacia el salón envuelta en mi suave manta azul por encima del abrigado pijama.
-Quién iba a decir que haría tanto frío en verano- dije sentándome en una de las sillas de madera que estaban dispuestas alrededor de la mesa.
-Bienvenida a Burton-in-Kendall- respondió mi abuela entregándome una taza de té caliente.
Agradecí el desayuno y hablamos durante media hora aproximadamente, hasta que decidí cambiarme y dar un paseo alrededor del pueblo. Habían pasado muchos años desde que vine aquí por última vez y quería caminar descubriendo los rincones de este pequeño lugar.

Ya cambiada salí por la puerta principal a través del jardín repleto de flores. Me había puesto una sudadera blanca y jeans negros, sin olvidarme por supuesto, de mis vans. Tenía tres pares iguales, pero las amaba. Las mejores zapatillas del mundo sin duda.

Crucé la calle sin coches y subí cuesta arriba hasta el final del pueblo. Allí había una gran esplanada de césped. Estaba repleto de vacas y flores salvajes que parecían colorear el paisaje.
Una silueta descansaba sentado junto a un perro que parecía más un oso que otra cosa.

-Ey- gritó al girar la cabeza y que nuestras miradas correspondiesen. Di un pequeño salto asustada, seguro me iba a regañar por molestar a sus vacas.
-Hola- respondí cuando la silueta se había acercado lo suficiente como para distinguirla.

Llevaba una camisa a cuadros y por encima una chaqueta negra deportiva abierta. Los pantalones azules oscuro bastante desgastados, acompañado de zapatillas adidas blancas. Sus ojos eran azules, que combinaban perfectamente con su cabello rubio.

-¿Diana?- preguntó quedándose en frente mío. Asentí confusa
-¡Cuánto tiempo! ¿No me recuerdas? Soy yo, Niall Horan- abrí los ojos como platos. No podía ser.

Niall Horan, uno de mis mejores amigos cuando venía aquí de pequeña. Cuantos recuerdos habíamos creado en aquellos veranos, parecían tan lejanos que se disipaban entre sueños.
Desde luego habíamos crecido y a él le había sentado bastante bien. Recuerdo que era bastante gracioso y tuve mi primer beso, si es que se podría llamar así, con él. En un juego de la botella, que típico vaya, pero había sido el primero y el último a lo largo de mi vida. Tras eso me gustó varios años, hasta el último verano que vine.

-Imposible. ¡No te había reconocido con ese cabello rubio!- sonreí y tras reirse respondió
-¿Qué tal?¿Cómo te ha tratado el tiempo? Nunca volvimos a oir de ti después de aquel verano-

-Bien, me he graduado y asistiré a la universidad en septiembre. Les extrañé bastante, pero no hemos podido venir antes-

-Felicidades por la universidad, aquí cada uno va a tomar su rumbo también. Yo me voy a quedar a cuidar el campo cómo hacía mi padre-

-Qué rápido ha pasado el tiempo- nos quedamos en silencio unos segundos hasta que retomé la conversación -muy linda charla, pero debo continuar mi paseo matutino. Ha estado genial verte- nos abrazamos brevemente y me alejé a paso rápido

-¡Espera!- oí gritar haciendo que me girase -mañana nos juntamos en casa de Zayn a las 21. Acércate y así nos ves a todos- sonreí y grité sí esperando que me oyese.
Sin duda Niall tenía una voz que si quería, podía ser escuchada en Australia.

Retomé el paseo caminando entre calles dignas de fotografiar, pero tan solo me concentraba en Niall. ¿Todo el grupo seguía unido? Éramos 7 en total: Niall, Liam, Zayn, Louis, Maxxie, Trina y yo. Había más niños de nuestra edad pero no hablábamos tanto con ellos, nosotros 7 sin embargo, éramos la élite del pueblo.

Quedábamos hasta lo que en aquel entonces creíamos tarde, las nueve de la noche. Jugábamos en las aceras, nos divertíamos haciendo bromas a la gente, quedábamos en las distintas casas de cada uno y, en general, lo pasábamos bien. Como extrañaba esos veranos, madre mía.

Hacia la hora de comer volví a casa de mis abuelos, donde la mesa estaba hecha y la comida servida.
-Llegas justo a tiempo cariño- dijo mi abuela al verme entrar

-Te dije que no hacía falta irla a buscar- murmuró mi abuelo sentándose en su silla de siempre, que poco había cambiado aquí dentro. Todo permanecía igual desde que tenía memoria, era mi cápsula personal.

Comimos todos juntos sonrientes y entre anécdotas.

Ya habían pasado horas desde que comimos y aquí seguíamos sentados en la mesa.
Resulta que mi abuelo había aprendido español y mi abuela cada vez tejía más rápido.
Decidí dar otra vuelta para ver el atardecer desde la esplanada verde, cerca de dónde había visto a Niall esa mañana. Un escalofrio recorrió mi cuerpo al recordar aquel incidente, ¿acaso me seguía gustando? Imposible. Habían pasado cinco años, tan solo eran los recuerdos avivándose. Me fundí junto al césped sonriente, realmente mi vida era perfecta.

mine for the summerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora