𝐈. Kabe-don.

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—¿Kabe-don?

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—¿Kabe-don?

Tomioka nunca antes había escuchado ese término.

—Yep, justo como oíste. Es una técnica que usan los galanes como yo, pero no te ofendas eh, gente sin extravagancia como tú también puede usarla.— El profesor de artes levantó el pulgar y sonrió tan brillantemente que dolía verlo.

—¿Pero qué es? No entiendo nada.— Ante aquella interrogante, Tengen carcajeó, burlándose por la ignorancia del adverso, el pelinegro se ofendió con toda razón.

Rengoku, quien oía la conversación, sintió algo de pena por Tomioka, decidió adentrarse en el tema para ayudarlo.

—¡Kabe-don, mi amigo! Así se dice cuando una persona acorrala a otra contra el muro, normalmente se lo hacen los hombres a las mujeres, ellas suelen encontrarlo romántico, ¡jaja!— Mientras explicaba, el rubio se sentó junto a sus dos compañeros, eran los únicos presentes en la sala de profesores del instituto.

—Comprendo. Suena a algo sacado de un dorama.— Aunque no intentaba causar gracia, logró hacer reír a sus amigos con su seriedad y palabras, no encajaban en absoluto.

—¡Así es!— Justo cuando Rengoku intentó pronunciar algo, el sonido de la puerta siendo abierta llamó la atención de los tres. Quien la abrió no fue ni más ni menos que el profesor más aterrador y estricto de toda la academia Kimetsu:

Sanemi.

El peliplata entró como si nada y fue directo a la mesa de la sala, donde yacía la máquina de café, como de costumbre, ignoró por completo el saludo de sus compañeros y siguió con lo suyo.

—Siguiendo con el tema.— Dijo Tengen. —¿Alguna vez haz hecho un Kabe-don, Rengoku?—Indagó, lleno de curiosidad.

—¡Realmente no! ¡No sería caballeroso de mi parte!— Exclamó en alto y con orgullo. Tengen se acarició la barbilla mientras sonreía, "es el segundo profesor más extravagante después de mí" pensó.

—Entiendo, entiendo. ¿Qué hay de ti, Tomioka? No me sorprendería que dijeras que no.- Tras decir eso, bebió un sorbo de su café.

—Hmm.— Giyuu levantó la mirada, pensando. -Sí lo he hecho.

Rengoku y Tengen vieron al que estaba sentado en medio con mucha atención.

—¡Eso no lo esperaba de ti, Tomioka!

—¿Y a quién? Si se puede saber.

—Es estudiante de esta academia.

—¿¡Qué?!— Al rubio con mechones rojos casi se le salen los ojos de las cuencas, y eso ya es mucho decir.

—Tienes que estar bromeando, viejo.— Uzui no paraba de reír, más al ver como Tomioka negó con la cabeza. —¿Una estudiante? ¿Y tú? Eso es ilegalísimo.

Más que un ángel. ⌦sᴀɴᴇᴋᴀɴᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora